El buen uso del dinero puede hacer adolescentes más responsables.
Nuestros hijos están creciendo en un contexto social en el que sus referentes suelen ser los personajes idealizados que han ganado el primer millón de euros antes de los treinta años. En alguno de esos casos admiran la habilidad para haberlo logrado con poco esfuerzo.
Sorprende mucho que en el tema del dinero, en el que, tanto los hijos como los padres estamos tomando frecuentes decisiones, no exista una normativa pedagógica. Veamos dos frecuentes situaciones problemáticas que denotan esa omisión educativa:el hijo consigue que los padres le compren lo que ve en los anuncios de televisión, aunque sea lo más caro. Al hijo no le dura su «paga» en el bolsillo; es incapaz de aplazar una compra y de ahorrar.
Detrás de esas conductas está la influencia de un ambiente consumista que cifra la felicidad en tener más y más cosas.
Muchos adultos de hoy estamos transmitiendo a los jóvenes más la ambición de ser ricos a corto plazo, que la pasión por ser una persona culta y honesta. Urge educar a los hijos para prevenir comportamientos inadecuados, pero también para utilizar el dinero como medio educativo para el desarrollo de algunas virtudes
humanas.
El buen uso del dinero puede hacer a los adolescentes más responsables, pacientes, solidarios y generosos. Actualmente es muy necesario enseñarles la virtud de la honradez.
Un objetivo básico en la educación económica de los hijos es que aprendan a administrar su dinero de bolsillo: que gasten solo lo necesario; que no compren de forma compulsiva; que valoren diferentes ofertas y comparen precios antes de comprar.
A partir de cierta edad, es aconsejable que los padres informen a sus hijos sobre el presupuesto familiar, para que valoren más lo que reciben y no sean caprichosos.
También es muy formativo que los hijos visiten ambientes con personas que lo están pasando muy mal y tengan detalles de caridad con ellos (ancianos en asilos, niños en orfanatos, personas sin techo o en albergues, etcétera).
El factor más eficaz es el ejemplo paterno.
“Largo es el camino con preceptos; breve y eficaz con ejemplos”, Séneca.