Animada por el voto de 7.2 millones de personas en el plebiscito simbólico contra el presidente Nicolás Maduro, la oposición venezolana definió ayer su ofensiva para frenar la elección de la Asamblea Constituyente y presionar por un cambio de gobierno.
“El mundo y Miraflores (palacio presidencial) deben escuchar el grito de todo un país. Lo que viene ahora es que materialicemos el mandato que nos dio la gente”, declaró Julio Borges, presidente del Parlamento, controlado por la oposición.
El oficialismo cuestionó los resultados de antemano, señalando que el proceso no tiene calidad de vinculante, y es ilegal, por no tener aval del Consejo Nacional Electoral, acusado por la oposición de servir al Ejecutivo.
Tras el resultado y a dos semanas de la elección de la Asamblea Constituyente impulsada por Maduro, la coalición Mesa de la Unidad Democrática comenzó ayer lo que llama la “hora cero”, una estrategia para precipitar un desenlace del conflicto con el escalamiento de las protestas que estallaron casi 4 meses atrás y que dejan 96 muertos.
De acuerdo con Borges, el plebiscito evidenció la voluntad del país de sacar a Maduro del poder por los votos antes de que termine su gestión en enero de 2019, pues el 5 por ciento que falta por escrutar permitiría alcanzar los 7.5 millones de votos necesarios para revocar el mandato del Presidente si hubiera un referendo.
“Se evidencia una demanda de cambio político persistente a lo largo del tiempo”, dijo el politólogo John Magdaleno, quien considera el plebiscito exitoso, porque fue organizado por la ciudadanía en poco tiempo, y con solo 2 mil centros de votación frente a 14 mil en 2015.
La consulta tuvo el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas, de la Organización de Estados Americanos y de gobiernos de América Latina y Europa.