Por: Jorge Antonio Jerez Lau
Al continuar con el tema de los entrenadores, me acuerdo de que una frase muy usada en el argot futbolístico era la de “vende humo”, misma que era utilizada principalmente para definir o ejemplificar a quienes usando más que todo su hablado bonito creaban castillos en el aire, haciendo presentaciones majestuosas, ofreciendo copas y victorias sin fin, con el ánimo de quedarse con un puesto de entrenador o preparador físico.
La adulación es el único veneno que ningún ser humano es capaz de resistir, y aunque parezca absurdo nuestros dirigentes y jugadores han caído en este singular embrujo; ojo, que estos no son solo extranjeros, también los hay locales, pero a estos últimos no les duraba mucho la vuelta, ya que rápido se corría la bola y ya no podían continuar con la venta de humo.
Claro, estos les echaban la culpa de sus seguros fracasos a los jugadores, al árbitro, a la cancha, a la afición y, por último, a la dirigencia. La mayoría de las veces, dependiendo del club, esta plataforma se usaba para favorecer la venida de su “equipo de trabajo”: léase que si era entrenador llevaba a un preparador físico, un asistente técnico y, por lo regular, una tripulación extranjera manejando un barco nacional.
Esta práctica se sigue usando, aunque ahora ha venido a menos, ya que por fin nuestros dirigentes piden que parte de esa tripulación o cuerpo técnico sea de origen nacional, al menos el asistente técnico y el preparador físico. Se ha dicho que esto es para que quede algo de la sabiduría de los técnicos impregnada en los asistentes nacionales. La verdad, dudo mucho que ese sea el espíritu; es más la excusa para ahorrarse unos quetzalitos, que, la verdad, solía ser bastante dinero.
Recuerdo claramente un episodio muy particular que sucedió con un entrenador colombiano que tuvo a la Selección Nacional por un tiempo. Fue invitado a un acto de juramentación de una delegación femenina en el cual habría actos protocolarios, y él se dirigiría a la concurrencia en su calidad de entrenador del equipo absoluto. Luego de la entonación del Himno Nacional por los asistentes, este individuo tomó la palabra, y lo primero que hizo fue decir que había escuchado cantar a nuestras atletas y al público nuestro Himno sin ganas ni fuerza, y solicitó a la concurrencia que se cantara de nuevo. Después me enteré que ese era su modus operandi.