Por: Jessica Masaya Portocarrero
No se puede negar, cuando uno quiere tener una carrera literaria busca publicar lo más pronto posible.
Es lógico, si uno no publica no puede darse a conocer y seguir avanzando. Muchos lo comparan con tener un hijo, pues se concibe, se desarrolla dándole lo mejor de uno y, finalmente, sale a la luz, nace para el mundo.
Pero siguiendo esta analogía del hijo, se debe ser muy honesto consigo mismo para decidir el momento en que queremos dar vida a tal libro/hijo. Puede ser que las circunstancias para tal nacimiento no sean las mejores o, peor, que el feto no se haya formado bien y no tenga muchas esperanzas de vida.
Muchas personas, en su afán de publicar a como dé lugar, se precipitan y buscan opciones quizá muy forzadas. Una es gastar sus ahorros o hacer préstamos para realizar una publicación “de autor” en una editorial y luego no saber cómo promocionar, distribuir y vender los numerosos ejemplares. En este caso, al menos, la inversión implica que el libro en cuestión tiene cierta calidad.
He visto a otros que se unen para enfrentar juntos este dilema. Algunos, con gran éxito y profesionalismo, hacen ediciones independientes y que vale la pena conocer. Personas emprendedoras y talentosas se fusionan a otros iguales y así se garantizan dar un paso firme en el largo recorrido del escritor.
Pero, hay que decirlo, hay quienes se aprovechan unos de los otros y así se provocan grandes líos, que terminan en enemistades y hasta endeudamientos. Debemos ser cuidadosos y reconocerlos. Son escritores que en lugar de trabajar para mejorar sus obras cada vez más y así destacar, para poder ofrecerlas después a una editorial seria, se van por el camino fácil. Se echan porras entre ellos, sin crítica real, para hacer juntos un tiraje con alguna imprenta.
A sus presentaciones llegan solo sus familiares y amigos, quienes suelen comprar el ejemplar con mucho cariño. Pero el libro suele llegar solo hasta allí, sobre todo porque la edición no suele ser muy cuidada.
Veo que al no resultar las cosas como esperaban, se acaban las ilusiones y las esperanzas, empiezan los reclamos y no falta el que no paga su parte. Así, la aventura de publicar en lugar de dejar un buen sabor de boca, deja a los involucrados peor que al principio.