sábado , 23 noviembre 2024
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Redes deterioradas

La rutina virtual es un espacio de información, desinformación, vanidad, catarsis y manipulación.

A Salvador Dalí y a Coco Chanel se atribuye, palabras más, palabras menos, la expresión: “Moda es lo que pasa de moda”, la cual a lo largo de la historia ha sido validada en distintos ámbitos.

Programas de radio y televisión, personajes de la política, el arte y el deporte, artículos cosméticos, medicamentos y otros elementos del entorno comercial se han insertado en la afirmación del pintor español y de la diseñadora francesa.

En la actualidad, el uso y abuso de las redes sociales es una práctica que no da visos de que el furor decrezca, al contrario, como estar en ellas es una “obligación”, la tendencia suma y sigue en el empleo de unos recursos tecnológicos que aportan luces, y también sombras.

Twitter, Facebook, Instagram y WhatsApp son las manifestaciones favoritas por donde la gente interactúa como emisora o receptora de mensajes, no siempre de su autoría pero que avala con un simple “enter”.

La fuerza virtual es tan potente que ha permeado el papel rector de los medios de comunicación masiva, los que, incluso, en no pocos casos se han sintonizado con la filosofía de primero anunciar y luego verificar.

Hasta antes de la irrupción de las redes, informarse implicaba leer periódicos y revistas, escuchar formatos radiofónicos y ver televisivos con contenidos de diferente nivel de calidad y veracidad.

Dicha situación generaba que los temas de discusión social provenían de la producción mediática, de manera que quien buscaba ser centro de atención de la sociedad o que esta se ocupara de algo, invariablemente tenía que seducir la agenda de los medios.

Recorridos tres lustros del siglo XXI, la dinámica ha cambiado, y si bien la prensa preserva un margen de protagonismo, lo que circula por las redes se ha ido posicionando como referente “informativo”, con la singularidad, y los riesgos asociados, de que casi nadie se encarga de establecer si es cierto o falso.

Umberto Eco formuló continuos señalamientos contra el auge de las redes; puso en evidencia que desde el anonimato cualquier cobarde se llena del valor de la distancia o, aprovechando la emoción social, grupos y personas fraguan una tosca manipulación a partir de perfiles falsos.

Sin duda, el desaparecido intelectual italiano puso el dedo en la llaga, pero sus apuntes ni cosquillas hicieron en una masa que cada día entra en la marea de la distorsión.

Y es que, por WhatsApp se comparten cadenas que motivan linchamientos o monumentos basados en invenciones; en Twitter se reportan hechos alterados o tergiversados, y en este como en Facebook se suplantan o crean identidades para destruir reputaciones o alimentar una popularidad ficticia.

Más preocupante es que los medios tradicionales, para estar “in” se cuelgan de la moda y participan de una competencia que no les dará medallas, pues si Dalí y Chanel continúan acertando, y Eco no pierde vigencia, será cuestión de esperar el costo de saltar al vacío.

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