Hacia la celebración de la diversidad.
Desde hace 27 años, cada 17 de mayo se celebra el Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia y Transfobia, impulsada por organizaciones de sociedad civil, algunos gobiernos y apoyada por las Naciones Unidas para promover la defensa y garantía de los derechos humanos de las personas lesbianas, gais, trans e intersex (LGBTI).
La Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció y ratificó que la orientación sexual, por sí misma, no debe ser vista como un trastorno y eliminó la homosexualidad de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE). La misma resolución reconoce que el estigma y discriminación tiene efectos reales y adversos en la salud.
La población LGBTI continúa siendo sometida a estigma, discriminación, exclusión, violencia, persecución, poco acceso a la salud, a los sistemas de justicia, a educación, trabajo, al rechazo de la familia, criminalización por su orientación sexual, identidad, expresión de género y diversidad corporal, en una clara vulneración a sus derechos humanos protegidos en constituciones e instrumentos internacionales, todo ello con graves consecuencias, entre ellos, ataques verbales y físicos, estrés, depresión, VIH, tortura, el trato inhumano y degradante, la muerte y el suicidio.
La violencia y discriminación en las escuelas y en otros establecimientos educativos es un problema en todo el mundo, es un obstáculo al derecho fundamental a una educación de calidad a los niños y jóvenes. Y, en consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ningún país puede lograr esa meta si sus estudiantes son discriminados o experimentan violencia o bullying debido a su orientación sexual real o percibida o a su identidad de género.
El informe mundial de la UNESCO Out In The Open (A la intemperie), concluye que la violencia homófoba y transfóbica tiene un impacto significativo en la educación, las perspectivas de empleo, la salud y el bienestar de los estudiantes.
Esta conmemoración es una oportunidad para reflexionar sobre el camino que todavía hay que recorrer para que todas y todos reconozcamos y vivamos aquella verdad tan sencilla y potente plasmada en la Declaración Universal de los Derechos humanos: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.