Basta ya de enfrentamientos armados y verbales. Suficiente con las organizaciones clandestinas que buscan ganar terreno a pesar de su ilegalidad.
Los pensamientos y posturas ideológicas políticas extremas son aceptables, siempre y cuando sean democráticas y no autoritarias. Es decir, que si prevalece la simpatía y el dominio de la izquierda en el poder de un Estado, debe ser aceptado democráticamente, lo mismo debería de suceder con la derecha. Si prevalece el gusto de la mayoría, se debe respetar. Francia ha dado un gran ejemplo de su simpatía y afición. Rechazó la extrema derecha y prefirió el centro. Son comportamientos políticos que debemos aprender de países adelantados, y superar nuestros extremos y tediosas posturas obsoletas.
El conocer las radicalidades doctrinarias académicas de la Universidad de San Carlos y Francisco Marroquín, le da a uno el expertis para diferenciar las posturas filosóficas en Guatemala y entender el comportamiento y pronunciamiento de algunos personajes extremos, que se ofenden mutuamente en la lucha política nacional. Lo triste es que ese tipo de actitudes ya no existen en la contienda política partidista. En el escenario de la opinión pública se da de todo, pero no en la competencia por los poderes del Estado. Allí prevalecen otros intereses económicos, de tráfico de influencia, y lo que menos se ve son doctrinas políticas.
Nada logramos ni cambiamos al estar generando enfrentamientos con discursos confrontativos mediáticos. Solo se confunde al colectivo humano, que es el capital social con el que se ganan los puestos en la administración pública del Estado de Guatemala. La rivalidad, la lucha, el pulso, las competencias son parte de la carrera política partidista, pero debe ser de altura, con escuela, transparente, ejemplar, digna de un pueblo que orgullosamente dice que su Constitución Política tiene 36 años, y que mucho se ha aprendido en el transcurrir del tiempo, a pesar del comportamiento antagónico y de rechazo mutuo entre nosotros.
Basta ya de enfrentamientos armados y verbales. Suficiente con las organizaciones clandestinas que buscan ganar terreno, a pesar de su ilegalidad. Perdemos mucho con insultarnos y desacreditar fuerzas de oposición. Los discursos destructivos hacen más daño que beneficio. Las posturas diferentes son parte del convencionalismo social. En la vida hay blanco y negro, vida y muerte; siempre lo he dicho, no debe asustarnos el positivo y el negativo. La competencia es parte de la democracia, hay que prepararse para entrar a la lucha limpia, con estrategias inteligentes que no lleven la intención de destruir y dividir más al país.
Me preocupa cuando leo esas opiniones. Se insultan mutuamente. Me gusta leerlas porque aprendo qué es lo que no se debe hacer; además, las respeto porque es una demostración de que existe de Libertad de Expresión, parte de la misma democracia nacional. Lo malo es que no ayuda para la cohesión social, para tejer paz, armonía y tranquilidad. Es más para abrir grietas y separar territorios, como sucede allá en San Marcos, en Tajumulco-Ixchiguan, son comunidades y construyen túneles, bunkers y trincheras para separar familias.
Es mucho pedir, pero si queremos una Guatemala distinta, una paz firme y duradera, debemos ser propositivos, criticar con profesionalismo y propuesta. Construir, no destruir.