Moon Jae-in, un veterano de la lucha por los derechos humanos favorable a un acercamiento con Corea del Norte, ganó las elecciones presidenciales en Corea del Sur.
Moon, favorito en los sondeos y candidato del Partido Democrático, de centroizquierda, obtuvo 41.4 por ciento de los votos, según una encuesta de tres cadenas de televisión.
El conservador Hong Joon-pyo quedó muy por detrás, con 23.3 por ciento de los sufragios, seguido del centrista Ahn Cheol-soo (21.8).
El resultado fue “una gran victoria de un gran pueblo que quiere crear un país justo (…), donde las normas y el sentido común prevalezcan”, afirmó Moon al saludar a sus simpatizantes en la plaza Gwanghwamun de Seúl, donde una multitud de personas se reunió durante meses, a la luz de las velas, para exigir la dimisión de la mandataria Park Geun-hye, lo cual ocurrió en marzo.
Después de este escándalo de corrupción, Moon prometió que será “el presidente de todos los surcoreanos”.
La victoria de Moon, de 64 años, significa una alternancia al frente del país tras cerca de 10 años de reinado de los conservadores. Su elección significa, además, un importante cambio de política respecto de Pyongyang y también al aliado y protector estadounidense.
Los desafíos
Mientras los coreanos votaban, Park sigue en prisión, a la espera del juicio por corrupción y abuso de poder.
El escándalo afectó al heredero de Samsung y al presidente de Lotte, el quinto mayor conglomerado empresarial de Corea del Sur.
El nuevo gobernante tendrá mucho que hacer para combatir la desaceleración económica, las desigualdades, la subida del desempleo, en especial entre los jóvenes, y el estancamiento de los salarios.