El creador guatemalteco ha transitado por la pintura, el muralismo, el alfombrismo y la docencia.
A Jorge Corleto el arte lo rodeó desde muy pequeño. Sus padres fueron el escritor Manuel Corleto y la actriz Eva Ninfa Mejía; sin embargo, su pasión se despertó por las artes visuales.
Sus trazos lo han llevado por el muralismo, la pintura de caballete, el alfombrismo y la docencia. Hoy, Los de siempre le da la bienvenida a un artista guatemalteco que, durante no menos de 30 años, ha dejado que los colores marquen la dirección de su vida.
En un libro
El arte era un integrante más del hogar en el que creció Jorge Corleto. Los libros abundaban en su entorno, y fue precisamente en uno de ellos que se topó de frente con la pintura, recuerda el artista: “Empecé a hojearlo y me enamoré de las imágenes. Eran obras famosas, como la Mona Lisa, pero todas en blanco y negro”.
En los muros
Temprano fue también su encuentro con el muralismo. “Yo era niño cuando mi padre se reunía a jugar ajedrez con Efraín Recinos. Para entretenerme, el maestro me ponía los slides de su trabajo, que tiene mucho que ver con los murales”, detalla Corleto.
Luego de que tales escenas alimentaran su pasión, Corleto decidió continuar sus estudios de una forma disciplinada y determinada, y a los 16 años ingresó en la Escuela Nacional de Artes Plásticas Rafael Rodríguez Padilla (ENAP). Poco después obtuvo una beca para estudiar restauración en México, donde algunos grupos de estudiantes y profesores volvieron a cruzar su camino con el del arte mural.
Durante su estadía en ese país, Corleto aprendió la técnica del muralismo y se enamoró de ella. Tanto, que a su regreso comenzó a plasmar su conocimiento y talento en las paredes. Entre sus obras más reconocidas están las que conforman el Proyecto Murales de Arte, dentro de la Universidad Popular (UP); la que viste al Tribunal Supremo Electoral, y la serie creada para el Teatro de Bellas Artes (todos en Guatemala). A estos se suma la que recientemente concluyó para la Alcaldía de Uriangato, Guanajuato, México.
En las calles
De su faceta como muralista nacieron sus ganas de crear un lazo entre el arte y la comunidad. “Se trataba de sacarlo a las calles, y que la gente viera el proceso de las piezas”, indica el pintor. Así, Corleto seleccionó a un grupo de jóvenes artistas para integrar el colectivo Chucho Callejero, con el que realizan murales, pero también se aventuran a estampar el arte en las tradicionales alfombras.
El Martes Santo de 2014, el colectivo creó su primera alfombra en honor a la abuela del artista. Fue una fecha definitiva, pues en menos de un día Chucho Callejero pasó de tener 100 “me gusta” en Facebook, a tener miles más. “Fue un boom inesperado, y, sin duda, la gente se conectó con lo que hicimos”, apunta.
Un amor eterno
Si hay un lema que Corleto se repite es: “Yo me quiero morir con un pincel en la mano”. Este amor por la pintura lo ha llevado a compartir su conocimiento y experiencia en las aulas de la ENAP; en la Escuela de Artes Plásticas Roberto Cabrera Padilla, de la UP; en la Escuela Superior de Arte, de la Universidad de San Carlos, y en la Escuela Municipal de Pintura. Actualmente también maneja su propio estudio-taller.