En Cuaresma y Semana Santa se ve, huele, escucha, saborea y palpa.
En Cuaresma y Semana Santa, la fe y la devoción laten en los corazones de los creyentes. Por un período de 46 días, los fieles se entregan a la reflexión que, en nuestro país, se manifiesta en la vista, el oído, el olfato, el tacto y el gusto. Este año, nuestro especial de los viernes está dedicado a resaltar esos elementos que hacen que esta temporada se viva con los cinco sentidos.
Una introducción
Fernando Urquizú, doctor en Historia del Arte, recuerda la importancia de vivir la Cuaresma expuestos a formas que permitan sentir y crear un espacio de conexión con la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Este conjunto sensorial regala “una experiencia fuerte que se marca en la vida de las personas”, dice.
De acuerdo con Urquizú, esta temporada no siempre se abordó desde tal perspectiva. Historiadores como Víctor Miguel Díaz y Luis Luján Muñoz, y escritores como Miguel Ángel Asturias, la retrataron desde un aspecto “puramente teórico y poético”, pero no desde los cinco sentidos.
Con la investigación Nuevas notas para el estudio de las marchas fúnebres en Guatemala, Urquizú se acerca a esta época desde un punto de vista que ahonda en las expresiones que activan las sensaciones. Cada una cobra sentido en las calles, avenidas y hogares, formando un compuesto que ha hecho de nuestra Semana Santa Patrimonio Cultural Intangible de la Nación.
La vista
El morado que baña las calles, los templos religiosos y los hogares de los guatemaltecos es el primer indicio de la Cuaresma. Con ese color, los ojos se preparan para apreciar la vida de Jesús y su camino a la muerte, pero también su triunfo sobre ella. Entre otros elementos visuales que la representan, dice Urquizú, está la altarería, las andas y las alfombras.
El olfato
“Uno puede cerrar los ojos y oler la Semana Santa”, afirma Urquizú. La combinación aromática entre el pino, el corozo y el incienso son la marca olfativa de la época. El historiador agrega que las flores completan esta gama de olores: “Las azucenas, los nardos, la varsovia blanca y las gypsophilas ayudan a crear un ambiente de huerto que evoca la temporada”.
El oído
Las artes auditivas, apunta el doctor en Historia del Arte, no solo están relacionadas con las marchas fúnebres y la música sacra, sino con el sonido de las campanas, las matracas y las bombas. “Ellas forman un lenguaje que marca momentos tristes o alegres dentro de la Cuaresma, así como su principio y fin”, indica.
El gusto
La Semana Mayor tiene su sabor. Entre estos platillos, el historiador destaca el pescado seco, los curtidos, las ensaladas en escabeche, las torrejas, las aguas frescas y las golosinas. Esta comida, expresa Urquizú, se relaciona con la abstinencia y los momentos espirituales.
El tacto
El tacto se activa con diferentes texturas, pero también con las temperaturas. Un ejemplo de ello, dice el historiador, se da el Jueves Santo, cuando se acostumbra a quemar cera de abeja. “No son velas normales, tienen un procedimiento especial, lleno de fe y dedicación que aviva el calor del espíritu”, puntualiza.