Distintos edificios exhiben los rasgos de esta escuela, surgida hace 100 años en Alemania.
Hace 100 años, entre las cenizas que dejó la Primera Guerra Mundial y el auge de la industrialización, en los alemanes floreció el deseo de reencontrarse con sí mismos. Crear una nueva imagen que reflejara la unidad era lo que los motivaba a avanzar, y fue con la Escuela de la Bauhaus que lograron hacer realidad la utopía de renacer desde los escombros. La arquitectura, el arte y la tecnología confluyeron en un estilo que comenzó a impregnarse en fachadas de casas y edificios de todo el mundo. Guatemala no fue la excepción, y hoy líneas y colores básicos siguen luciéndose en algunas construcciones.
Un nuevo lenguaje
El industrialismo y el arte caminaban por senderos diferentes, pero después de la Gran Guerra las ideas más nobles se concentraron en liberar toda esa creatividad y productividad hasta entonces enjaulada. En 1919, en Weimar, Alemania, nace la Escuela de la Bauhaus. “En ella se junta el Art and Craft con el diseño industrial, y se inicia la construcción de casas en serie, pero que al mismo tiempo eran piezas artísticas”, señala desde el interior de su estudio bauhausiano el arquitecto Álvaro Véliz, gran aficionado del movimiento.
La fusión de ambas corrientes representó un cambio histórico. Se dejaba a un lado la sobrecarga de detalles para darle la bienvenida a una integración de las ideas provenientes de movimientos artísticos, como el De stijl, el constructivismo ruso, el art déco y el funcionalismo checo.
Los visionarios
La gran figura de la Bauhaus fue el arquitecto Walter Adolph Gropius (1883-1969). El fundador y primer director de la Escuela era un adelantado de su tiempo y, por ello, llenó las aulas con maestros, como el pintor y arquitecto holandés Theo van Doesburg, el pintor, diseñador y místico suizo Johannes Itten, el urbanista suizo Hannes Meyer y los pintores rusos Vasili Kandinski y El Lissitzky. “Gropius llamó a estos grandes para hacer una síntesis de los diversos estilos modernos, y logró la formación de profesionales integrales que más tarde regarían esta corriente por el mundo”, enfatiza Véliz.
Elementos distintivos
Para definir las características propias de la Bauhaus se debe tener en cuenta su mezcla de movimientos y que, debido a ello, suele ser complicado detallar con exactitud sus elementos clave. Los puristas argumentan que se basa estrictamente en las figuras geométricas del círculo, el triángulo y el cuadrado; la línea y el ángulo recto y que cuenta con plantas y fachadas libres.
Otros, sin embargo, aceptan las curvas. “La Bauhaus tiende a lo minimalista, aunque hay formas curvas y otros acabados que le otorgan una visión futurista a la construcción u objeto”, resalta el historiador de arte y director de la galería El Attico, Guillermo Monsanto. El fotógrafo alemán Jean Molitor, experto en estas edificaciones y quien ha viajado alrededor del mundo para registrar su impacto, apoya el anterior enunciado. Las curvas, recuerda, se deben a la influencia del De stijl, el funcionalismo arquitectónico checo y el art déco.
En cuanto a la paleta distintiva, Molitor y Véliz concuerdan en que esta surge de la simpleza propuesta por las corrientes artísticas que en ella confluyeron. El amarillo, azul y rojo, contrastados con el gris, blanco y negro, son los colores que marcaron el sello de este estilo.
Su llegada a Guatemala
En 1933, el nazismo decide cerrar la Escuela de la Bauhaus, y la mayoría de sus maestros se exiliaron en otros países. Algunos llegan a EE. UU., de dónde el movimiento se potencializa hacia el resto de América, y hacia arquitectos y artistas guatemaltecos. “Al contrario de lo que sugieren algunas personas, Guatemala siempre ha mantenido contacto con Europa y el resto del mundo. Probablemente la colonia alemana contribuyó a la entrada de algunos objetos, y, seguramente, la oportunidad que tuvieron algunos profesionales de estar en el extranjero, también ayudó”, afirma Monsanto, y añade que esta corriente se hace muy visible durante los gobiernos de Jorge Ubico, Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz.
Vivos
La ciudad de Guatemala mantiene viva la Bauhaus en edificios, que reflejan sus características básicas y juegan con sus rasgos artísticos; pero que también podrían caber en otros movimientos arquitectónicos posteriores. Véliz dice que la corriente se puede apreciar en edificaciones geométricas y lineales, como la Municipalidad de Guatemala, el Banco de Guatemala, la Corte Suprema de Justicia, el Ministerio de Finanzas, el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, el Crédito Hipotecario Nacional y el Edificio El Prado.
Monsanto indica que su influencia también está presente en las curvas del Cine Reforma, el Teatro Lux, el Cine Fox (hoy una tienda de electrodomésticos), el Edificio Engel y en la simetría de la Biblioteca Nacional, el Edificio Italia y el Hotel Camino Real. Considera, además, se reflejó en obras de artistas como Rafael Yela Günther, Carlos Rigalt, Julio Urruela, Carlos Mérida, Rodolfo Galeotti Torres, Humberto Garavito, Antonio Tejeda Fonseca y, más tardíamente, Dagoberto Vásquez y Guillermo
Grajeda Mena.
Sin duda, los arquitectos y artistas europeos expandieron la utopía alemana de crear un nuevo lenguaje de unidad y colectividad. Un centenar de años después, sus líneas y colores aún dan vida a distintas calles y avenidas de Guatemala.