Oportuna y necesaria es la campaña informativa en la que participó ayer la vicepresidenta Karin Herrera a favor de la migración regular y segura. Básicamente, la iniciativa advierte sobre los riesgos que implica la búsqueda de oportunidades laborales cuando no se cuenta con los documentos legales para emprender nuevas experiencias.
La estrategia, denominada Que el sueño de migrar no se convierta en pesadilla, involucra a 16 instituciones públicas y priorizará los departamentos de Guatemala, San Marcos, Huehuetenango, Quiché, Quetzaltenango y Alta Verapaz, donde se registran los mayores índices de retorno. Además del español, los avisos llegarán en idiomas mam, kaqchikel, q’eqchi’ y q’anjob’al, lo que garantiza una cobertura culturalmente pertinente.
El traslado irregular de indocumentados se ha convertido en uno de los principales retos que afronta el mundo, sobre todo por la poca capacidad de los gobiernos para procurar la satisfacción de los ciudadanos. Esa migración forzada, que implica la ruptura temporal de millones de familias, es aprovechada por cárteles criminales que convierten el sueño en pesadilla, como refiere la campaña citada.
La situación alcanza grados de complicación extraordinarios, cuando se aborda desde la perspectiva política y criminal. Como registra la historia reciente, algunas autoridades de las naciones receptoras de ciudadanos emprenden campañas de persecución inclementes dentro y fuera de sus territorios. De hecho, vemos con asombro cómo el tema se convierte en un asunto que desborda el populismo, en un imán con el que se consiguen los votos de una ciudadanía poco solidaria y nada empática.
Ya lo dijo el presidente de España, Pedro Sánchez, en un discurso ante congresistas de su país: “No se odia a los migrantes por ignorancia, sino por interés”. El segundo aspecto es aún más cruel y toca lo sanguinario. La violencia sexual que viven algunos y la prostitución a la que se somete a otros es un problema que se debe combatir con severidad, pero también con inteligencia y precaución.
De esa cuenta, es sano y necesario que los connacionales conozcan los peligros que implican esos viajes que, además, dejan deudas de por vida. Aquí radica la importancia de que el Estado guatemalteco advierta, informe y, sobre todo, masifique los acuerdos bilaterales que abran las puertas de naciones que respetarán a quienes contribuyen con el desarrollo y la prosperidad ajena.