Resulta imposible no conmoverse con el triunfo de Jean Pierre Brol, el tirador guatemalteco que ayer le regaló al país una de las más profundas alegrías en materia deportiva.
Constatar la manera en que el atleta superaba a sus rivales, gracias a las transmisiones en directo que permite la tecnología, desbordó los sentimientos de los connacionales, quienes veían, entusiasmados, los momentos que culminaron con la medalla de bronce, la segunda presea en la historia de los Juegos Olímpicos que gana Guatemala, en las 15 justas donde ha tenido presencia, desde que estas nacieran en abril de 1896, en Atenas, Grecia.
Aunque orgullosamente el triunfo de Jean se lo ha apropiado la mayoría de guatemaltecos, es justo decir que este responde al esfuerzo propio del competidor, digno exponente de una dinastía de atletas que, en conjunto, ha cosechado más de 20 medallas en los diferentes eventos del ciclo olímpico, que en el caso de Guatemala lo integran los Juegos Deportivos Centroamericanos, los Juegos Centroamericanos y del Caribe, los Juegos Panamericanos y estas competiciones universales que abren y cierran el referido circuito.
Pero más allá de la satisfacción generalizada que continúa en los cuatro puntos cardinales del territorio, conviene destacar la felicidad que nos inundó al ver ondear la bandera nacional en el podio de los ganadores, un derecho que habíamos perdido por lo insaciable de un grupo de exfuncionarios, contratistas, fiscales y jueces corruptos, que tienen cooptada la mayoría de instituciones públicas con el único propósito de saquear el erario y gozar de una impunidad tan abierta como descarada.
Sin embargo, conviene que se recuerde que el ondear de la azul y blanco y la eventual entonación de nuestro canto patrio hubiese sido imposible sin que interviniera el presidente Bernardo Arévalo, quien en uno de sus primeros viajes como mandatario, el 21 de febrero recién pasado visitó Lausana,
Suiza, para reunirse con las autoridades del Comité Olímpico Internacional (COI), a fin de que se le retribuyeran al país sus plenos derechos como miembro activo de esta instancia mundial.
La medalla de Jean Pierre es la novena que consigue un representativo de Centroamérica, incluyendo a Panamá, en los 128 años de olimpismo, aunque es preciso anotar que, de momento, las dos últimas (2012 y 2024) han sido cosechadas por guatemaltecos, hijos de una renovada primavera que volvió para quedarse.