En su discurso, reflexivo y contundente, ofrecido en el Congreso de la República, en el marco del Día de la Constitución, el presidente Bernardo Arévalo reiteró el indiscutible mensaje que los guatemaltecos enviaron el 25 de junio y el 20 de agosto pasados, cuando acudieron a las urnas a elegir a sus representantes en los organismos Ejecutivo y Legislativo, así como en las 340 corporaciones municipales.
“Manifestó, expresamente, su voluntad inquebrantable de cambio”, especificó el mandatario, ante la posibilidad de que el clamor popular haya sido olvidado por gobernantes y gobernados.
Sin embargo, y para más señas, el disertante refirió que la misión encomendada está resumida en los artículos 1 y 2 de la Constitución Política de la República, relativos a la Protección de la persona y los Deberes del Estado.
El dignatario lamentó que la sociedad siga marcada por la exclusión y la división, pero anotó que esas deficiencias, lejos de cuestionar la validez de la Carta Magna, confirman el camino a seguir, un norte que demandan y exigen los ciudadanos. En este contexto, surgió el primer llamado del Presidente, una invocatoria a someter el autoritarismo corrupto que dejó un país en ruinas.
Luego de describir las deplorables carencias heredadas en materia de salud, educación e infraestructura, lanzó la segunda exhortativa: “Enfrentemos, unidos, los retos que tenemos por delante y forjemos alianzas que empujen el bienestar”.
Claro, el escenario era propicio para refrendar lo que los pobladores esperan del Parlamento. “La próxima elección de la Corte Suprema de Justicia es un buen momento para avanzar”, expresó, mientras su mirada recorría el hemiciclo, acto previo a exponer su tercera sugerencia: “El Congreso tiene la oportunidad de posicionarse a favor de la independencia judicial”.
Reflexivo y contundente, así fue su discurso, el cual censuró a esa minoría mafiosa que se
opone, sin éxito, a la construcción de la nueva primavera.