Enaltecer a los predecesores es el gesto más solidario y valioso que alguien puede ofrecer. De esa cuenta, cuando el reconocimiento viene de un gobierno, el hecho se convierte en una manifestación que debe ser aplaudida, valorada e imitada por las futuras autoridades.
El Programa del Adulto Mayor (PAM), que impulsa el Organismo Ejecutivo por medio del Ministerio de Trabajo, es un acto de nobleza, pero también de justicia, sobre todo porque el incentivo llega a quienes viven en condiciones de pobreza y, en algunas ocasiones, han sido olvidados.
Quizás resulta imposible dimensionar la trascendencia de dicho acto; sin embargo, nos podemos imaginar la magnitud cuando vemos la reacción de los abuelitos, quienes saben que la asistencia les permitirá complementar los gastos de sobrevivencia.
El resultado de estos esfuerzos gubernamentales permite reflexionar sobre el concepto de desarrollo social y entender que, pese a la amplitud del término, el valor del mismo está en la atención del individuo, especialmente, de aquel que, a pesar de su esfuerzo constante, nunca había sido retribuido por el Estado y los ciudadanos a quienes sirvió.
“Alcanzar el objetivo de atender de manera directa y efectiva a los más pobres, impulsando compensadores efectivos y focalizados”, es una de las máximas contenidas en la Política General de Gobierno 2020-2024, que rige las políticas y programas que impulsa la actual administración.
“Hoy, llegamos al 50 por ciento de personas de la tercera edad que viven en pobreza y pobreza extrema”, citó ayer el jefe de Estado, cuando llegó a notificar a 3667 residentes de Izabal y Zacapa su incorporación al PAM, que al final de 2023 llegará a 212 mil connacionales que, 3 años y 4 meses antes, no tenían quién por ellos.
“Atender de manera directa y efectiva a los más pobres” es el reto, aunque también la deuda que hoy comienza a saldarse.