Los expertos advierten, con mucha razón, que los gobiernos deben atender de manera integral a niños, adolescentes y jóvenes, no solo porque representan el futuro de las naciones, sino porque tienen derecho a una vida digna, llena de oportunidades, que les permita forjar un futuro esperanzador.
En los países más adelantados, ese cuidado fraternal y solidario lo asumen las diferentes entidades estatales, pero también la iniciativa privada y los líderes sociales. En algunos casos, dotar a los pequeños de los conocimientos y las capacidades físicas e intelectuales implica retos significativos, porque requiere romper con medidas que impiden el avance de los pueblos.
El Seguro Médico Escolar es uno de esos actos valientes y visionarios asumidos por la
actual administración, el cual vale la pena comentar. En primera instancia, se trata de una política altamente social, que garantiza la asistencia médica oportuna, en especial, a
pequeños que viven en el interior.
Además, el programa, uno de los cinco que impulsa el Ministerio de Educación (Mineduc), también provee recursos económicos para la compra de medicamentos, un aporte que asegura el tratamiento adecuado y puntual de los enfermos. Adicionalmente, en este plan participan médicos especialistas, que certifican la calidad de los diagnósticos y de la cura.
Pero hay otros dos elementos muy significativos. Uno tiene que ver con la responsabilidad constitucional del Gobierno, de garantizar la integridad y la vida de los connacionales; y el otro pasa por generar incentivos que eviten la deserción escolar, una deuda histórica que tiene Guatemala.
Contribuir en el desarrollo físico e intelectual de nuestros próximos líderes es un deber que hay que asumir y cumplir mediante acciones atrevidas e imaginativas. En dos platos, apostar por el ser humano es el paso más seguro hacia la prosperidad inclusiva que nos merecemos.