La coherencia entre el discurso y los hechos es lo que distingue a las personas, instituciones y países. Hablar es fácil, dice un refrán popular, que dimensiona lo complicado de ser consecuente con lo que se dice y lo que se hace.
Desde que asumió la Presidencia de la República, el 14 de enero de 2020, el doctor Alejandro Giammattei dejó claras sus prioridades de trabajo, siendo la lucha contra la desnutrición y la inseguridad alimentaria una de las más inmediatas.
“Cuando pienso en Guatemala, pienso en una niña desvalida que no tiene qué comer y se muere esperando ayuda”, reflexionó aquella noche. A partir de ese momento, el Gobierno cerró filas y trabajó en la presentación de la Gran Cruzada Nacional por la Nutrición, con la que ha enfrentado este flagelo.
Adicionalmente, se crearon programas asistenciales en, prácticamente, todas las áreas. Estudiantes, adultos mayores, niños y jóvenes, mujeres indígenas, emprendedores y personas con discapacidad se han visto amparados con la solidaridad gubernamental.
De la mano del Congreso de la República, el Organismo Ejecutivo también ha promovido subsidios para el pago de la energía eléctrica, gas propano y gasolinas y diésel, con lo cual se han reducido los impactos en los precios de las materias primas.
Como lo ordenó el jefe de Estado, la asistencia se ha centrado en las áreas rurales del interior del país, sin olvidar a las familias que viven en la ciudad capital. De esa cuenta, 20 202 hogares de la metrópoli han recibido Transferencias Monetarias Condicionadas para la adquisición de productos de la canasta básica alimentaria.
Sin duda, la construcción de la Guatemala que soñamos y que deseamos heredar a nuestros hijos requiere mayores esfuerzos, pero, de momento, debemos sentirnos esperanzados con los avances. Falta, pero conocemos el camino y la fórmula: la consecuencia entre lo que se dice y lo que se hace.