Luis Enrique Santana
PhD en Communicación
El auge de la inteligencia artificial (IA) presenta desafíos sin precedentes para el concepto de ciudadanía. La ciudadanía digital, una idea en nacimiento, ya está en peligro. Junto con ella, potencialmente también la democracia misma.
La noción de ciudadanía se originó en las antiguas Grecia y Roma, y evolucionó hasta la idea dominante de otorgar ciertos derechos a los individuos. Hoy en día, las tecnologías digitales y el internet han expandido la “antroposfera”, el ámbito de interacción humana, incluyendo tanto espacios físicos como virtuales.
Mientras nuestras sociedades digitales lidian con estos desafíos, la IA introduce complejidades adicionales.
En concreto, vemos que la idea de ciudadanía siempre está progresando y se están adquiriendo nuevos derechos, pero hoy también se está luchando por mantener los derechos ya existentes frente a los nuevos desafíos. A ojos de sus defensores, la ciudadanía digital es la iteración más reciente y progresiva de esta idea. Pero el cambio hacia lo digital no ha borrado las desigualdades sociales, más bien lo contrario. De hecho, el auge de la IA puede exacerbar las desigualdades sociales relacionadas con la ciudadanía digital.
Aquí está la razón. Nuestra geografía digital actual refleja las desigualdades sociales del mundo offline, lo que dificulta que los grupos históricamente marginados creen contenido y accedan a información confiable. Aquellos con un conocimiento limitado de herramientas tecnológicas ven restringido su acceso a servicios públicos en línea y encuentran dificultades para discernir entre contenido real y falso.
Un ejemplo oportuno es el torrente de imágenes falsas que ha surgido en la carrera presidencial de EE. UU. en 2024. Es revelador que las diversas interpretaciones de la ciudadanía digital defienden la capacidad de los individuos para participar plenamente en la sociedad digital como premisa. Pero estos desafíos en la esfera pública digital actual son un obstáculo para la participación de todos de manera informada basada en hechos
Mientras nuestras sociedades digitales lidian con estos desafíos, la IA introduce complejidades adicionales. ¿Qué sucederá cuando no solo los individuos, sino también las entidades artificiales, afirmen derechos de ciudadanía en línea? ¿Cómo responderán los reguladores si las corporaciones impulsadas por IA llegan a ejercer una influencia que supere a la de ciudades o naciones enteras? Los desarrollos tecnológicos suelen tener consecuencias no deseadas.
De hecho, la ciudadanía digital corre el riesgo de desaparecer en su cuna debido a las aplicaciones, aún en gran medida no reguladas. Además, la ciudadanía digital puede ser manipulada, explotada o incluso volverse perjudicial a través de la manipulación en línea. La ciudadanía, al igual que la democracia, no necesariamente evoluciona de manera lineal y progresiva; experimenta retrocesos, obstáculos y ataques. Pero la trayectoria aún puede cambiar para mejor. Continuará…