miércoles , 27 noviembre 2024
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Entre el perdón y la historia

Javier Larequi 

Doctorando de la Facultad de Filosofía y Letras

Claudia Sheinbaum sigue insistiendo estos días en que el rey de España “tiene que recapacitar” y pedir perdón por las “atrocidades” de la conquista española.

Por supuesto que las hubo –y la leyenda negra se ha encargado de difundirlas durante 500 años– pero este debate va más allá de lo que podemos leer en las crónicas de la época: ¿Hasta qué punto los hijos somos responsables de lo que han hecho nuestros padres? ¿Y debemos pedir perdón por ello? ¿Tiene que disculparse Felipe VI por todos los crímenes cometidos por la Monarquía Hispánica?

No buscan el perdón del rey de España, sino de los españoles. Pero lejos de considerar a la nación como una línea continua que permanece incorruptible e inmutable, los historiadores entendemos las naciones como seres vivos, que cambian, evolucionan y que incluso pueden morir. Como las naciones son, según Renan, un producto de la historia, tanto México como España son el resultado del contacto entre Hernán Cortés y los indígenas mesoamericanos. 

No buscan el perdón del rey de España, sino de los españoles.

El hecho de que seamos el resultado de ese proceso histórico no quiere decir que los españoles actuales seamos responsables de lo que ocurrió hace 500 años. 

¿Tuvo sentido que Willy Brandt se arrodillase en Varsovia en 1970 como canciller de la República Federal Alemana para pedir perdón por la ocupación de Polonia? Es evidente que sí, habida cuenta de que eran crímenes cometidos por la misma generación que Brandt, aunque él mismo también era una víctima del régimen nazi.

La pregunta es cuándo dejamos de ser responsables como sociedad de lo que han hecho las generaciones pasadas. Creo que llega un momento en el que conviene continuar al margen de esa herencia, y actuar conforme al presente.

Más que pedir perdón, lo que conviene es reparar el pasado o las explicaciones del pasado esencialistas. Se trata de ofrecer discursos que pongan sobre la mesa las luces y las sombras. Todas ellas. Stefan Zweig se preguntaba: ¿Es justa la historia? Y afirmaba que esta “exalta a unos pocos héroes hasta la exageración mientras que deja caer en la oscuridad a los héroes de lo cotidiano, a los personajes heroicos de segunda y tercera fila”. Y creo que la única “justicia” que podemos ofrecer a esos mexicas es la búsqueda de la verdad histórica. Y esa tarea nos corresponde a los investigadores. En este sentido, Javier de Navascués ha explicado estos días que “los conquistadores no eran funcionarios de la Corona, sino emprendedores armados”. Estas huestes eran empresas privadas.

Son muchos los que han reclamado que los italianos nos pidan disculpas a los españoles por la conquista romana. 

Me he encontrado con una polémica entre Miguel de Unamuno y Sabino Arana en relación con la conquista romana. Según una publicación reciente del profesor Jonatan Pérez Mostazo de la Universidad del País Vasco, Unamuno defendió que “los latinos nos sacaron de la barbarie, ellos nos han civilizado, haciendo de los vascos parte de la gran familia latina”.

Arana vio en esta afirmación el inicio de una campaña “eminentemente destructora para rebajar y desacreditar el euskera”. En Navarra, en 1895, ante el descubrimiento del bronce ibero de Larumbe, Juan Iturralde y Suit, al contrario, acusaba a los romanos de “modificar las ideas religiosas” con sus prácticas “decadentes”. Supongo que hoy en día todavía quedarán navarros que preferirían seguir hablando en vascónico.

Nada nuevo en la polémica entre España y México. Preguntarse qué les debemos a aquellos que “nos” han conquistado y qué nos deben aquellos que “nos” conquistaron, son preguntas que no van a desaparecer de nuestras sociedades. Sin embargo, convendría que Sheinbaum prestase menos atención a esas supuestas deudas que ella ve en la historia y se esforzase más en hacer frente a los crímenes del presente.

Por ejemplo, rompiendo con la lamentable posición que su predecesor ha mantenido en relación con la invasión rusa de Ucrania y que ella ha continuado invitando a Putin, quien más se parece a Hitler en el siglo XXI, según ha escrito Timothy Garton Ash, a su ceremonia de toma de posesión.

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