Sofía Salas Ibarra
Profesora Titular, Centro de Bioética, Facultad de Medicina
Este año nacieron dos nuevos integrantes de mi familia, completando así once nietos; nada mal al considerar que sólo tengo tres hijos. Cuando les comento a mis amigas, varias me dicen: “qué suerte más grande, los míos difícilmente me harán abuela”, o “mi hija (de 38 años), aún lo sigue pensando”.
Esto podría ser una mera anécdota personal, pero desafortunadamente refleja una realidad preocupante. Hay algunos jóvenes que no están interesados en tener hijos y otras piensan que con los avances de la ciencia actual, basta con desearlos para lograr un embarazo en un futuro lejano.
Hay políticas que podrían contribuir a revertir la tendencia de baja natalidad al reducir barreras económicas.
Tal como lo muestra el último Boletín del INE, en Chile la tasa de natalidad ha experimentado un alarmante descenso, marcando una caída de 21.4 por ciento respecto a mayo de 2023, y de un 28.4 por ciento si comparamos junio del 2024 vs junio del 2023. Hace tiempo que estamos lejos de la tasa de reemplazo, que se considera que es de 2.1 hijos por mujer.
En efecto, datos de Chile muestran que el promedio de hijos por mujer es de 1.3, situándonos a nivel de países desarrollados. Estudios epidemiológicos a nivel global señalan que las tendencias continuas de un mayor nivel educativo de las mujeres y mejoras en el acceso a anticonceptivos acelerarán el descenso de la fecundidad y ralentizarán el crecimiento de la población.
Tal como lo señala dicho estudio, una tasa global de fecundidad que sea de manera sostenida inferior al nivel de reemplazo en muchos países, incluidos China y la India, tendría consecuencias negativas a nivel económico, social, medioambiental y geopolítico.
En este sentido, las opciones políticas para adaptarse a una continua baja de la fecundidad, al tiempo que se mantiene y mejora la salud reproductiva femenina, serán cruciales en los próximos años. Para abordar esta crisis, es crucial considerar políticas públicas que apoyen a las familias y creen un entorno favorable para tener hijos.
A modo de ejemplo, debe haber apoyo económico directo a las familias, mediante subsidios y ayudas, acceso universal a servicios de cuidado infantil; promover tratamientos de fertilidad cubiertos por sistemas de salud pública o seguros. Estas políticas podrían contribuir a revertir la tendencia de baja natalidad al reducir las barreras económicas y sociales que enfrentan las familias al considerar tener más hijos.