Carlos Mata
Grupo de Investigación Siglo de Oro (GRISO)
“Porque, como la Corte es grande, érale fácil excusar las ocasiones de encontrarlos, por obiar el que se quisiesen informar de su persona, de quien había de dar mala relación si le preguntaban cosas de África”.
El contexto necesario para entender este pasaje es que el pícaro Hernando protagonista de la novela, el bachiller Trapaza, finge ser un noble portugués de posibles, don Vasco Mascareñas, para contraer un matrimonio (que él cree muy ventajoso) con la viuda Estefanía: el pícaro se ha puesto “en astillero” de caballero, es decir, ha adoptado la falsa apariencia de caballero y no desea encontrarse con personas (los portugueses) que podrían desenmascararlo.
Y, sí, la lanza de don Quijote perfectamente podía estar material y literalmente en el astillero.
Y en La niña de los embustes, Teresa de Manzanares, del mismo autor, tenemos la misma expresión, “poner en astillero”, con el mismo significado de ‘adoptar una apariencia falsa o engañosa’: “Marcela me decía que yo me tenía la culpa con que estaba, pues había dado alas a la hormiga para volar; esto era haber puesto en astillero de dama a quien era esclava”.
No quiero decir, ni mucho menos, que este último sea el sentido operativo en la famosa frase del comienzo del Quijote, tan solo pretendo mostrar que la expresión “estar o poner en astillero” puede significar distintas cosas dependiendo del contexto y la situación en que se utilice.
Y, sí, la lanza de don Quijote perfectamente podía estar material y literalmente en el astillero de su casa de hidalgo, siendo adorno de la misma (como matizaba la definición de Correas), no todavía ‘en ristre’, pero sí ejerciendo ya esa callada llamada a las aventuras caballerescas que comentaba Arellano, sensata y sencilla explicación por la que permítaseme el juego de palabras rompo ahora una lanza.