miércoles , 27 noviembre 2024
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El correo y yo

Raúl Figueroa Sarti
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Fue alrededor de 1968 que salí de San Bernardino Suchitepéquez y me fui a vivir a la capital, a 153 kilómetros de distancia y tres horas de camino en camioneta, (el domingo recién pasado, con bastantes trechos de carretera de dos carriles en ambas direcciones, hice cinco horas). Mi padre se quejaba de que solo escribía para pedir que necesitaba esto o lo otro. Como no había correo electrónico, ni WhatsApp, mis comunicaciones eran por correo. Sí, había servicio de correo postal, y funcionaba.

A principios de los años setenta mi madre se fue a trabajar a Estados Unidos. De nuevo el correo fue parte de mi vida. Las cartas iban y venían. Eventualmente el sobre incluía un giro postal por diez o veinte dólares.

Dos o tres veces por semana iba a la oficina de correos a dejar y recoger correspondencia.

En 1980, debido a la persecución que había en Guatemala, me fui exiliado a Nicaragua. Ahí conocí los apartados postales, que resultaron ser la mejor opción para recibir correspondencia cuando uno no tenía una dirección fija. Con mi pareja, que se había quedado en Guatemala, nos escribíamos casi a diario. Dos o tres veces por semana iba a la oficina de correos a dejar y recoger correspondencia. Las cartas demoraban más o menos una semana en llegar, a veces más, pero muy raras veces una carta se perdía.

Al volver a Guatemala y fundar la editorial, 1993, los envíos de libros para la capital y los departamentos los hacía por medio del correo, cerca de la oficina había dos pequeñas oficinas en donde entregábamos los paquetes; aún existía la tarifa especial para impresos (libros, periódicos y revistas), lo cual hacía más accesible el libro para el lector.

En el 2000 inicié un proyecto de exportación de libros. Mes a mes enviaba por correo electrónico un boletín de novedades editoriales a bibliotecas y académicos de Estados Unidos. Por la misma vía nos llegaban los pedidos, y por medio del servicio nacional de correo postal enviábamos los libros. La iniciativa desapareció cuando mataron al correo.

Ahora, si deseo enviar una carta debo ir desde la zona 7 a la zona 1 con el riesgo de que me digan: “A ese país no tenemos servicio”.

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