Marcel Arévalo
Director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO Sede Académica Guatemala (2024 – 2028)
Lo que inició el 25 de junio de 2023 fue el cansancio de los “unos”, esos que han soportado la burla a sus más caras aspiraciones, adornada con los cantos de sirena que cada cuatro años le venden los “otros”, aquellos que se han dedicado a expoliar el futuro de los unos, de los muchos, de los más.
El “basta ya” tuvo su primer ensayo en 2015 donde la síntesis de la burla se representó en la voz y el gesto de la vicepresidenta que mientras navegaba, aseguró que la agüita con sal estaba operando el rescate del moribundo lago a tal grado de poderse beber con confianza.
Las gestas ciudadanas de 2015 fueron el más reciente hito por el anhelo democrático, pero cayó nuevamente en la “cábala”. Aquella primera decepción del voto fue una lección aprendida que le acicateó en un cauce de suma y sigue.
Pero si bien es cierto, el enfrentamiento acontece entre instituciones, detrás de cada una hay poderes latentes.
La segunda experiencia electoral post 2015 terminó por configurar una silenciosa fuerza que supo combinar el acto del voto con una firme decisión en la búsqueda de la democracia, sintetizada en la lucha contra la corrupción, combinada a una cada vez más clara vinculación al desarrollo social y humano. Ese tránsito se dio entre la primera y la segunda vuelta electoral el 20 de agosto.
Más allá del sufragio, los 106 días fueron el tiempo simbólico que marcó una nueva historia, donde los de abajo ya no quieren seguir viviendo como los “unos” y los “otros” ya no pueden mantener el statu quo.
Esos 106 días de dignidad de los pueblos originarios, de los pobladores, de los que nunca se ven, de los que portan los sueños, de los que mantienen su decisión latente por el cambio, tienen aún pendiente muchos días más hasta romper esta dualidad de poderes.
Este es el panorama que anuncia nuevos hitos en andares complejos. Pero si bien es cierto, el enfrentamiento acontece entre instituciones, detrás de cada una hay poderes latentes y hay objetivos claros, o mantener el estado de cosas o cambiar hacia una construcción democrática de bienestar.
En este dilema hay, por un lado, una desesperada angustia que raya en la comisión de las más burdas distorsiones del Estado de Derecho y del sistema de justicia y cuyos más visibles y radicales representantes empujan hacia un rompimiento de la institucionalidad, bajo una simulación de la “fuerte y firme” aplicación de su ley.
Por el otro lado, entre anhelos y frustraciones, se mantiene la expectativa por 106 o muchos más días, en disposición de defender el camino a la democracia, del momento en el que nuevamente hable el soberano.