Fernando Wilson
Facultad de Artes Liberales
La renuncia de Joseph Biden a su repostulación a la Presidencia de los Estados Unidos era una decisión ya esperada.
Su pésima performance en el debate frente a Donald Trump, el que en sí mismo resultaba extraño, pues ninguno de ellos era un candidato confirmado aún oficialmente por sus respectivas coaliciones implicó, en la práctica, proyectar la imagen de una persona con dificultades inapelables.
Hay varios gobernadores estatales, especialmente J. B. Pritzker, que tienen buena gestión local y necesitan dar un salto a su proyección nacional.
Sin embargo, que su “bajada” fuese esperada no la hizo necesariamente coordinada. La impresión que dejó la carta de renuncia de Biden a su candidatura es que el presidente se encuentra molesto con el Partido Demócrata, del cual está dispuesto a desacoplarse, al nivel de ungir por cuenta propia como eventual sucesora a su vicepresidenta, Kamala Harris, sin siquiera conversarlo con su coalición.
Todo lo anterior es comprensible en lo personal, pues, además de ser blanco de hirientes comentarios, la última vez que en Estados Unidos un presidente en ejercicio renunció a su segundo período fue hace 55 años (1968), y lo que ahora ha sucedido con Biden abre una peligrosa brecha en términos de gestión.
En una situación como la suya, lo óptimo habría sido planificar una renuncia a la candidatura no sólo de forma coordinada con su partido, sino además con una definición de reemplazante ya conversada y consensuada con los factótum Demócratas y los financistas fundamentales para la campaña.
La situación que hemos visto en estos días contenía una potencial tragedia, pues Kamala Harris acaso, con una impetuosidad excesiva, apareció de inmediato pidiendo apoyo económico.
En otras circunstancias, esto habría sido un gran chasco, pero el suspiro de alivio de la comunidad Demócrata con la salida de Biden pudo más: tan solo en la primera noche tras la noticia, se recaudaron más de 50 millones de dólares para el sector. Sin embargo, cuando todo parecía enrielarse para los demócratas, surgen nuevos problemas.
El primero es que aún quedan más de tres semanas para la Convención (o caucus) demócrata, por lo que, si bien Harris tiene por lejos la ventaja, no es descartable que surjan otras desafiantes alternativas que busquen un posicionamiento rumbo al futuro.
Hay varios gobernadores estatales, especialmente J. B. Pritzker, que tienen buena gestión local y necesitan dar un salto a su proyección nacional. Aparecer ahora desafiando a Harris, aunque tan sólo sea por algunas semanas, puede ser muy tentador.
Continuará…