Alejandro Martínez Carrasco
Profesor del Grado en Filosofía, Política y Economía (PPE)
El joven samurái les organizó para defenderse y, bajo sus indicaciones, unidos y con confianza, lograron acabar con ellos, lo que provocó un cambio radical en la actitud de los campesinos, que empezaron a tratarle con respeto y veneración.
Tras el éxito en la batalla, Musashi les enseñó a aplicar al trabajo agrícola la misma unidad, solidaridad y cooperación; a confiar en ellos mismos; y a convertirse en seres humanos integrales.
Deja claro que su trabajo no es hacer guerreros, sino inspirar a los campesinos para que apliquen lo aprendido.
Con su actitud, muestra varios rasgos fundamentales de liderazgo, con un enfoque integral y humanista, esencial para su éxito: compromiso con la mejora de la comunidad; capacidad de fomentar unidad y cooperación; y el uso de su ejemplo personal para enseñar a otros.
También deja claro que su trabajo no es hacer guerreros, sino inspirar a los campesinos para que apliquen lo aprendido en su vida diaria. Cuando vio que los campesinos podían continuar sin él, Musashi se retiró, evitando convertirse en una figura imprescindible.
Tuvo clara la importancia de permitir que otros tomen la iniciativa y sigan adelante. Este acto de humildad y desprendimiento del éxito personal también es un rasgo crucial de un verdadero líder.
Frente a todo esto, la figura de Musashi, idealizada por Yoshikawa, presenta aspectos ambivalentes.
Siempre se ve a sí mismo en formación, sin poder comprometerse con ningún vínculo personal, lo que provoca sufrimiento a sus seres queridos.
Un exceso de individualismo e idealismo, unos estándares demasiado ambiciosos sobre la propia misión y el fantasma del deseo de perfección sobrevuelan sobre esta fascinante figura de la que podemos seguir reflexionando y aprendiendo.