Estrategas comunicacionales de ese partido dicen “por interno” que todas las otras alternativas son más violentas, por ejemplo, que los delegados que deben concretar el acto formal de la nominación rechacen al Presidente y opten por otra persona. Es que, en el modelo democrático representativo indirecto de Estados Unidos, los candidatos que ganan la primaria de un Estado ganan también el derecho de elegir a los delegados de ese territorio, y esos delegados son los que en agosto lo nominan. En otras palabras, los elegidos tendrían que “traicionar” a Biden y no elegirle.
Que ocurra, sería un caso raro, porque luce horrible, las tradiciones pesan mucho y no hay seguridad de que todos sigan esa instrucción. ¿Por qué, si siempre fue tan evidente el deterioro de Biden por su avanzada edad, los demócratas esperaron hasta este punto? No es que se hayan dado cuenta el jueves del problema. Como he dicho, las tradiciones pesan mucho en Estados Unidos y el derecho de un Presidente a tener un segundo periodo es una cuestión difícil de discutir. Se da por hecho. Sin embargo, no hay que ser ingenuos, no es casual que el debate del jueves haya tenido condiciones especiales.
Por ejemplo, que se realizara dos meses antes de lo que usual, sin siquiera haber hecho el acto de nominación. Me inclino a pensar que fue pensado como parte de un plan mayor que podría resumir así: si Biden lo hace bien, seguimos con todo. Si no da el ancho, buscamos una alternativa de cara a la convención de agosto. Aunque no fuera así, se dio de esa manera y a esta hora los estrategas del Partido Demócrata se quiebran la cabeza buscando opciones. Titubear no es posible. Es todo o nada.