lunes , 25 noviembre 2024
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La nostalgia y el relato político (I)

María José Naudon

Decana Escuela de Gobierno

Anne Applebaum distingue en su libro, El Ocaso de la democracia, dos tipos de nostalgia, tomando como referencia a la artista y ensayista rusa Svetlana Boym.

La primera, la nostalgia reflexiva, supone añorar el pasado, incluso llorarlo, pero sin aspiración de recuperarlo. “Puede que hubiera un tiempo, en el que la vida era más placentera o más sencilla, pero también era más peligrosa, o más aburrida, o quizá más injusta”, postulan este tipo de nostálgicos.

Muy distinto es el caso de los nostálgicos restauradores, que no debemos confundir con las legítimas miradas conservadoras, y que aspiran a “reconstruir el hogar perdido”. No les interesa el pasado con todos sus matices e imperfecciones. No le reconocen ninguna limitación o inconveniente.

A menudo, este tipo de nostalgia se asocia con teorías conspiranoicas y con mentiras, que tienden a buscar enemigos para operar como chivos expiatorios.

Quieren, como sostiene la autora, la versión Disney, o Bilz y Pap del pasado y aspiran a vivir en ella. A menudo, este tipo de nostalgia se asocia con teorías conspiranoicas y con mentiras, que tienden a buscar enemigos para operar como chivos expiatorios.

Esta distinción, entre ambos tipos de nostalgia, puede parecer irrelevante; sin embargo, no lo es. Cuando se pretende restaurar el pasado como objetivo central, los resguardos de la democracia, el espíritu de las normas y las estructuras de la misma pierden valor.

Hoy la democracia no cae por balas o fusiles; se hackea desde dentro en manos de líderes populistas o autoritarios que, muchas veces, utilizan la nostalgia como eje de sus relatos.

La nostalgia como base del discurso político no es en absoluto nueva. El 27 AC en Roma, Augusto, para enfrentar los problemas de corrupción derivados de la enorme riqueza del imperio, le pidió a Virgilio que escribiera una obra que relatara sus victorias pero que, también, aspirara a rescatar el talante romano y los valores propios de Roma.

Virgilio, escribió La Eneida. ¿Pero cuáles eran estos valores tradicionales? “La república romana se funda en la moralidad tradicional de sus hombres. […]”; una sociedad que valora el trabajo duro, la lealtad, la tenacidad, el orden, la civilidad, la jerarquía en el mando y la entregada al bien común. 

                  Continuará… 

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