Sofía Salas Ibarra
Profesora Titular, Centro de Bioética, Facultad de Medicina
Escribo esta columna desde Doha, Qatar, donde me encuentro participando como la única representante de Chile, en el 17o.
Congreso Mundial de Bioética, cuyo foco es Religión, Cultura y Bioética Global. Desde el momento en que se anunció que Qatar era el país elegido para realizar este evento, se levantaron voces de bioeticistas de distintos lugares cuestionando que se haya elegido un país musulmán como anfitrión, por considerar que se estaba avalando una cultura que no promueve los derechos humanos, especialmente el de las mujeres.
Esta protesta quedó plasmada en revistas de circulación internacional.
Esta protesta quedó plasmada en revistas de circulación internacional y destacadas académicas europeas y norteamericanas decidieron no asistir, llamando a boicotear el evento.
¿Tienen razón en su reclamo? A primera vista, uno diría que sí, puesto que la asistencia a este evento podría dar la impresión de que se está de acuerdo con las violaciones a los derechos humanos que ocurren en estos países.
A modo de ejemplo, en Qatar está penalizada la homosexualidad; los derechos y libertades de las mujeres parecen supeditados a los de sus maridos y, durante la preparación del mundial de futbol las condiciones laborales, especialmente de trabajadores extranjeros, habrían sido deplorables.
Otros, en cambio, consideramos que para promover espacios de mayor desarrollo, es importante estar acá, sobre todo considerando la temática del congreso. Un encuentro de bioeticistas no puede desconocer que se espera un incremento de la población musulmana de 1 mil 500 millones en 2010 a
2 mil 200 millones en 2030, llegando así a alrededor de un 25 por ciento de la población mundial.
Las causas son variadas (migraciones, alta natalidad, aumento en la calidad de vida y disminución de la mortalidad infantil, entre otras explicaciones), pero será la religión que mayor crecimiento tendrá en los próximos años.
En la discusión bioética, ninguna voz debiese ser silenciada, puesto que la bioética es un campo inclusivo, donde todas las voces importan.
Continuará…