sábado , 23 noviembre 2024
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Jon Fosse escribe lo indecible (I)

Un día de 1966, un niño se resbaló en el hielo. Cayó sobre el suelo del patio de la granja familiar, en un pequeño pueblo de Noruega. El niño, que tenía siete años, cargaba una botella de zumo de frutas, que se rompió, y uno de los cristales le cortó una arteria de la muñeca. Sus padres se apresuraron a llevarle al médico, y en el coche, a medida que se desangraba, el pequeño Jon Fosse se vio a sí mismo desde fuera. Ese fue el inicio de su literatura.


Nació en Haugesund en 1959 y ha contado muy poco sobre sí mismo, además del accidente: que en la adolescencia componía canciones, que quería ser guitarrista de un grupo de rock y que tocaba el violín. En su discurso de recepción del Nobel, en diciembre de 2023, recordó una anécdota significativa.

“Cuando estaba en secundaria, sucedió sin previo aviso. El profesor me pidió que leyera en voz alta y, de la nada, me invadió un miedo repentino. Me levanté y salí corriendo de la clase”. Ese pavor a hablar, que todavía le acompaña, le llevó irremediablemente a escribir.

Estudió Filosofía en la Universidad de Bergen, después de un breve flirteo con la Sociología, y su desarrollo intelectual estuvo marcado por cierta clase de anarquismo cercano al movimiento hippie. Más tarde también cursó Literatura Comparada. Desde su primera novela (Rojo, Negro, de 1983) escribe en nynorsk, que es la gramática del dialecto minoritario del noruego, el propio de la zona rural de sus padres. Durante treinta años compaginó su faceta de dramaturgo con los trabajos de periodista y docente. Se casó dos veces en esa época, aunque no han trascendido demasiadas noticias de su entorno familiar. Lo que él sí ha referido en repetidas ocasiones fue su cambio de vida en 2012.

El año anterior se había casado con la traductora eslovaca Anna Fosse. Tocó fondo en una crisis de alcoholismo de la que salió gracias a su esposa y que le llevó a convertirse al catolicismo de ella. A partir de entonces, despuntó su literatura de madurez, lo que llama la “prosa lenta”, y empezó a sonar su nombre en las quinielas del Nobel. Su obra magna, Septología, está muy influida por su conversión.

Continuará…

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