viernes , 22 noviembre 2024
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Dos visiones de la propiedad: Hume y Locke (V)

Pablo Paniagua Prieto

Investigador de Faro UDD

A través de los derechos de propiedad, señala Hume, en vez de recurrir a la violencia, al garrote y a las guerras intestinas, la propiedad nos obliga a tener que cooperar e intercambiar pacíficamente para obtener las cosas que queremos, pero apelando primero al interés de los otros (i.e., juegos de suma positiva).

Es decir, en vez de ir simplemente con un arma a matar y quitarle los recursos escasos a otros, avanzando nuestro interés de manera directa con la violencia -cosa que ocurriría en el estado de naturaleza sin propiedad como bien señalaba Hobbes, con la propiedad, nos vemos obligados o guiados (casi como por una mano invisible) a tener que cooperar y apelar primero a los intereses de los otros, para poder luego avanzar nuestro interés de manera indirecta. Al contrario de lo que pensaba Rousseau, la propiedad ayuda entonces a resolver muchos más conflictos violentos de los que genera.

La propiedad nos obliga a tener que cooperar e intercambiar pacíficamente para obtener las cosas que queremos.    

Una segunda observación notable que realiza Hume, como buen empirista, es que la benevolencia es lamentablemente un recurso escaso en la humanidad. Es decir, las personas tienden a ser benevolentes y buenas con los otros, pero solo hasta cierto punto. 

Hume observó que las personas tienden a ser muy benevolentes y buenas con sus familiares directos: hermanos, padres, abuelos, etc. Es decir, dentro de nuestra tribu tendemos a ser buenos, preocupados y benevolentes. Pero dichos sentimientos de benevolencia y altruismo, observó Hume, tienen a ser cada vez más débiles y más escasos en conformidad extendemos la red social de colaboración: somos menos solidarios con nuestros parientes lejanos, somos aún menos solidarios con nuestros vecinos de barrio, menos solidarios con gente de nuestro país y finalmente mucho menos solidarios con personas que ni siquiera conocemos o viven en otros países.

En otras palabras, las personas tienden a ser buenas y colaboradoras con sus tribus sanguíneas o culturales y tienden a ser siempre más desconfiadas y menos cooperativas con personas que no conocen. Es en este momento que surge la intuición brillante de Hume: Dado que la benevolencia escasea, ¿cómo podemos hacer para extender la red de cooperación social y pacífica más allá de la tribu, haciendo que podamos colaborar y preocuparnos por atender la necesidades de otros ahí donde la familia y la benevolencia no alcanzan? 

                Continuará… 

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