António Guterres
Secretario General de las Naciones Unidas
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La lucha de los últimos 50 años por los derechos de las mujeres es una historia de progreso.
Las mujeres y las niñas han derribado barreras, desmantelado estereotipos y fijado el rumbo hacia un mundo más justo e igualitario.
Los derechos de las mujeres se reconocieron finalmente como derechos humanos fundamentales y universales.
En todo el mundo hay cientos de millones más de niñas en las aulas.
Aun así, el progreso se ve amenazado, y la igualdad total se muestra aún como un horizonte lejano.
Miles de millones de mujeres y niñas se enfrentan a la marginación, la injusticia y la discriminación, ya que las sociedades siguen estando configuradas por milenios de dominación machista.
La persistente epidemia de violencia de género es una ignominia para la humanidad.
La discriminación contra las mujeres y las niñas sigue siendo absolutamente legal en gran parte del mundo.
En algunos lugares, eso hace que sea difícil para las mujeres tener bienes; en otros, permite que un hombre viole a su esposa con impunidad.
Para terminar con el patriarcado se precisa dinero.
Mientras tanto, las crisis mundiales golpean a las mujeres y las niñas más que a nadie. Donde hay conflictos, desastres climáticos, pobreza o hambre, son ellas las que más sufren.
En todas las regiones del mundo padecen hambre más mujeres que hombres.
Tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo está habiendo una reacción en contra de los derechos de las mujeres, incluidos sus derechos sexuales y reproductivos, que impide e incluso desanda el progreso.
Las nuevas tecnologías, que tienen tanto potencial para deshacer las desigualdades, empeoran a menudo esta situación, ya sea por la desigualdad en el acceso, por los sesgos incorporados en los algoritmos o por la violencia misógina, que va desde las ultra falsificaciones hasta el hostigamiento específico de ciertas mujeres.
Al ritmo que vamos, no habrá igualdad jurídica total para las mujeres hasta dentro de unos 300 años; hasta entonces tampoco se habrá terminado con el matrimonio infantil.
Es un verdadero insulto que se avance a ese ritmo: no es posible que la mitad de la humanidad tenga que esperar siglos para gozar de sus derechos.
Tiene que haber igualdad hoy mismo. Eso quiere decir que hay que acelerar el paso.
Necesitamos inversión pública y privada en programas para terminar con la violencia contra las mujeres, garantizar el trabajo decente e impulsar la inclusión y el liderazgo de las mujeres en todos los sectores de la economía, como también en las tecnologías digitales, la consolidación de la paz y la acción climática.
Poner dinero en la igualdad es lo correcto, pero también es rentable.
Dar apoyo a las mujeres para que se incorporen en el mercado laboral hace crecer la economía, incrementa los ingresos tributarios y amplía las oportunidades para todos.
Para conseguir la inversión que necesitamos en las mujeres y las niñas hacen falta tres cosas. En primer lugar, hay que aumentar la disponibilidad de financiación asequible y a largo plazo para el desarrollo sostenible y hacer frente a la crisis de la deuda que está asfixiando a muchas economías en desarrollo.
En segundo lugar, los países deben priorizar la igualdad para las mujeres y las niñas, reconociendo que la igualdad no es solamente una cuestión de derechos, sino la base de toda sociedad pacífica y próspera.
En tercer lugar, tenemos que aumentar el número de mujeres que ocupan puestos de liderazgo.
Que haya mujeres en puestos de poder puede ayudar a que se invierta más en políticas y programas que respondan a las realidades de las mujeres y las niñas.
Me enorgullece especialmente que, desde principios de mi mandato, y por primera vez en la historia, tengamos igual número de mujeres y de hombres en los cargos directivos superiores de todo el sistema de las Naciones Unidas.
La igualdad tendría que haberse alcanzado ya. Para terminar con el patriarcado se precisa dinero: es hora de ponerlo. (Texto reducido, completo en: Guatemala.un.org).