domingo , 24 noviembre 2024
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¿Podemos disminuir los suicidios? (V)

Enrique Aubá 

Médico psiquiatra 

Revista Nuestro Tiempo

Más o menos el 20 por ciento de los universitarios tiene un trastorno mental definido; alrededor del 40 por ciento puede tener en algún momento niveles significativos de malestar; más del 80 por ciento de sus trastornos ha empezado antes de terminar el instituto, a los 16 o 17 años.

La pandemia lo ha acentuado, pero el incremento ya venía de antes, y todavía nos falta ver si su efecto es transitorio o estable. Las autolesiones, por cierto, son un problema en sí, no solo en la medida en que son conductas previas o preparatorias para el suicidio: indican que la persona no puede manejar estados de estrés y sufrimiento. No es adaptativo calmar la ansiedad con dolor, como tampoco lo es hacerlo con violencia, sexo o comida. 

Las causas que hay detrás del aumento de desregulación emocional en jóvenes son múltiples. La vida y la evidencia señalan direcciones sólidas por las que actuar y seguir investigando. Me atrevo a apuntar al menos cuatro.

Las causas que hay detrás del aumento de desregulación emocional en jóvenes son
múltiples. 

Primero: la amenaza que ha supuesto la pandemia. Segundo: esta generación se ha configurado desde la pubertad con smartphones de alta velocidad y tarifa plana en el bolsillo, con lo que supone de hiperestímulo, potenciación de conductas adictivas y homogeneización. A este respecto me ha resultado iluminador el libro Salmones, hormonas y pantallas (2023), del profesor Miguel Ángel Martínez González.

El libro muestra las evidencias científicas que relacionan la epidemia de trastornos psicopatológicos y desregulación emocional en jóvenes y el aumento de agresiones y delitos sexuales con las conductas adictivas mediadas por los dispositivos digitales, incluida la pornografía, y con hábitos relacionados con la sexualidad. Es claro que falta consenso y determinación social para hacer verdadera prevención y promoción de la salud en lo que tiene que ver con el uso de los móviles y con los modos de vivir la sexualidad.

En tercer lugar, es también bastante razonable pensar que influyen estilos educativos adoptados en las últimas décadas que conllevan una baja tolerancia a la frustración, falta de límites definidos y referencias poco claras para el crecimiento. Estos cambios pueden deberse en parte a un movimiento pendular tras unos estilos más rígidos o disciplinarios, a la vez que manifiestan una desestructuración progresiva de la familia.

Cuarto: un nuevo paradigma de valores que afecta a la construcción de la identidad. Lo líquido y el cambio han pasado a ser la norma. “Modernidad líquida” lo llamó el sociólogo Zygmunt Bauman. Yo lo aprendí del doctor Manuel Martín Carrasco, actual presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, quien señala que los problemas de identidad están en la base de muchos trastornos psiquiátricos.

Todos actuamos en la prevención. Se necesita facilitar que las personas con ideación suicida puedan acceder a recursos para la petición de ayuda, para la expresión y regulación emocional. 

                  Continuará… 

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