Ana Sánchez de la Nieta
Revista Nuestro Tiempo
El estreno del último Spiderman, Spiderman: cruzando el multiverso, suscita la pregunta sobre si se está forzando un poco la narrativa con tanto universo paralelo. Lo que presumíamos que iba a ser el gran regalo para los guionistas (infinitos mundos por explorar) se ha convertido en un agujero negro para los contadores de historias. Pero vayamos por partes.
Hace cinco años, en 2018, se estrenó Spiderman: un nuevo universo, una versión animada del superhéroe que, basándose en Miles Morales (personaje creado en 2011) aprovechaba el todavía reciente multiverso para contar la historia de un Peter Parker que moría o resucitaba según estuviera en un universo o en otro. Hasta aquí todo bien. Tampoco era la primera vez que se hablaba en el cine o en la literatura de universos paralelos y, además, el envoltorio visual de la película era maravilloso, con todas las letras y en mayúsculas.
Tampoco era la primera vez que se hablaba en el cine o en la literatura de universos paralelos.
El último Spiderman es igual de espectacular en su animación. Un festival de colores y texturas, una mezcla explosiva y perfecta de cómic, ilustración y efectos. Pero, ¡ay!, tanto cambio de universo, tanta grieta espaciotemporal y tanto metraje (140 minutos) acaban dejando la historia para el arrastre. Mientras, aturdida, trataba de seguir en la pantalla al hombre araña (y a sus 180 spiderman acompañantes) de un mundo a otro, me acordé de que experimenté esa misma sensación cuando vi Todo a la vez en todas partes.
Al principio, me fascinó la señora oriental que atraviesa el tiempo y el espacio mientras termina su declaración de la renta pero, a medida que avanzaba la película, crecía también la dificultad para fijar la atención en la historia. Porque no hay una, hay decenas, y llega un momento en el que en vez de primar lo narrativo prima lo aleatorio, y la lógica desaparece radicalmente de la escena.
Si vamos a hablar de relato y narrativa, hay que tirar de la Poética, un texto que sigue vigente después de casi veinticinco siglos. Lo dijo el sabio griego: planteamiento, nudo y desenlace. Aristóteles escribió también de las emociones humanas como condición imprescindible para conseguir que el espectador conecte con los personajes y con la tragedia (o la comedia) representada.
Continuará…