lunes , 25 noviembre 2024
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…El bien no hace ruido

Frank Gálvez
Locutor y Periodista
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Hace ya tiempo que la ciencia viene preocupándose de los trastornos que provoca el ruido. El cosmopolita de hoy se halla constantemente acosado por sonidos discordantes, fuertes en intensidad, que llegan a resultar irresistibles.

Cuando vamos por la calle, retiembla a veces, un avión en el espacio o un vehículo en nuestra cercanía, acompañado por la estridencia de un claxon y el sonido indistinto de la gente que nos rodea. En el hogar tampoco es el silencio lo normal, pues hasta el vecino nos abruma con el ruido de aparatos eléctricos, lo mismo si se hace un batido o usa un taladro, y luego gritan los muchachos al jugar, o sus padres al mandarlos a callar o tener una discusión, peor rutina si hay alcohol de por medio. Al mismo tiempo en áreas suburbanas están las Iglesias que usan sistemas de sonido para perifonear en distintos horarios sin orden alguno…

”El ruido es la más impertinente de todas las formas de interrupción“ (Arthur Schopenhauer).

¿Qué efectos produce todo esto en nuestro sistema nervioso y en nuestra mente, carácter y manera de comportarnos? Depende del estado de ánimo en el que nos encontremos. En Inglaterra se asegura que a causa de las enfermedades producidas por el ruido se pierden en el país millones de libras esterlinas anualmente. Entre los jóvenes, más de 2 millones padecen defectos de audición a causa de la música actual y el volumen excesivo de los audífonos que utilizan varias horas al día. En algunos condados se ha establecido un límite (sobre todo en las discotecas) de 125 a 96 decibeles.

Los cierto es que el ruido nos hace irritables y nos produce alteraciones graves en el organismo que son la causa de muchas enfermedades. En un estudio hecho en la universidad de Columbia se ha confirmado que una secretaria derrocha en promedio el 25 por ciento de su energía al trabajar en una oficina ruidosa, mientras que un ejecutivo llega al 35 por ciento.

Se ha demostrado igualmente, y ello inquieta enormemente a los hombres de ciencia, el surgimiento de un nuevo tipo de persona: El ¨adicto al ruido¨ que se halla víctima de su dependencia como cualquier droga. Estos individuos apenas responden a estímulos normales, que para ellos son débiles. Ni siquiera aguantan sus propios pensamientos al ser enfrentados a un ambiente tranquilo, y precisan el estéreo, TV o teléfono celular a todo volumen para estar en paz. Por lo tanto, resultan incapaces para otras actividades alejadas de los ruidos ensordecedores. Solo tratamiento profesional puede ayudarlos a readaptarse. Que estos ejemplos sirvan para cuidar nuestros tímpanos, ventana sonora de nuestro mundo.

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