Frank Gálvez
Locutor y Periodista
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El afecto es un laberinto. Desde no mostrar lo que sentimos, hasta manifestar lo que se siente demasiado tarde, todos hemos pasado por escenarios donde estamos llenos de amor o secos como el desierto y, aun así, el sentir es parte intrínseca de la condición humana.
Intentar definir qué es el amor, cómo funciona y sus ramales sería una tarea harto imposible; sin embargo, hoy es un magnífico día para recordar cómo el amor nos hace sentir vivos.
En mi tercer libro Desde el Pétalo de la Rosa hasta la Punta de sus Espinas (Editorial Nueva Posada, 2012),uno de los personajes principales indica turbado: “No piense usted que esto es una declaración sentimental. ¡Me niego a ello! Pero debe saber que cuando la muerte se cernía sobre mí, mi último pensamiento estaba dedicado a usted”. ¿Por qué esperamos a las ultimas instancias para decir lo que sentimos? Y ¿por qué cuando algo no nos agrada, no luchamos por rectificarlo?
No tengo las respuestas a estas preguntas y cada uno debe encontrarlas por su cuenta. Pero puedo decirles que el Día de San Valentín fue inicialmente una fiesta católica, en honor de tres santos tocayos llamados Valentín de Roma.
”En algún momento, tienes que dejar ir, quedarte quieto y permitir que la satisfacción te llegue“ (Elizabeth Gilbert).
La primera mención literaria ocurre en el poema de Geoffrey Chaucer El Parlamento de las aves, de 1382. Ahí es donde el 14 de febrero la Madre Naturaleza llama a todos las aves para elegir a sus parejas.
Así, Chaucer se sirve de la festividad y la asocia con el flirteo, de acuerdo con las nociones de amor cortés que se tenían en la época.
Los principios de este, tal como brotaron en la literatura romántica de la Edad Media, debían ser acatados; el objeto del amor creaba pasiones abrumadoras a su pareja por medio de sus bondades y los sentimientos hacían que un gentilhombre venerara a la mujer idealizada y se liara por completo a su servicio a través de la caballerosidad.
Pero los tiempos cambian: en el Mágnum Opus de Jane Austen, Orgullo y Prejuicio, Lizzy Bennet le indica mordaz a Fitzwilliam Darcy: “Tu defecto es una propensión a odiar a todo el mundo”. “Y el tuyo es malinterpretarlos libremente”, responde Darcy sin dudar.
Mismo caso se observa en La Fierecilla Domada, de William Shakespeare. En realidad, no hay nada escrito en el amor de pareja, familiar o incluso platónico. Toda referencia artística es un pálido reflejo de lo que significa la emoción que mueve a la humanidad.
Hasta dejar ir es un acto de amor. Gocemos de esta fecha como nunca, escribiendo nuestra propia historia de pasión. Claritas per puritatem.