lunes , 25 noviembre 2024
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Aquello de lo que uno nunca se jubila (I)

Juan de la Borbolla Rivero 

Revista Nuestro Tiempo 

Juan de la Borbolla nació en Ciudad de México el 7 de mayo de 1952, un mes después de que el Estudio General de Navarra abrió sus puertas. Llegó al campus con 26 años y, como recuerda, coincidiendo con este doble setenta aniversario, aquella etapa en Pamplona marcó su vida y la de su familia.

Después de toda una vida en México, no me acostumbro aún a escribir el nuevo remite de mis cartas. Aterricé aquí hace unos meses siguiendo la estela de dos de mis hijos, Juan Mariano  y Fernando que han echado raíces en Barcelona y Madrid, respectivamente. Se podría decir que los campus son mi hábitat natural. En el entonces Instituto Panamericano de Humanidades me formé, en la Universidad de Navarra despegué y, de vuelta a tierras mexicanas, desarrollé mi trayectoria académica en la Universidad Panamericana durante cuatro décadas. 

Quizá por ese espíritu universitario que no conoce fecha de caducidad, cuando en 2018 vi la palabra emérito en el horizonte, decidí que no sería un “jubilado profesional”. 

Se podría decir que los campus son mi hábitat natural.

En mi primer paseo por este lado del Atlántico, visité la Universidad Abat Oliba CEU, en Barcelona, y mi deseo de volver a las aulas rejuveneció. En la actualidad, estudio Historia de la Iglesia en la Universidad de San Dámaso, en Madrid. Entre libros y cuadernos disfruto, como un alumno más, de las maravillas del Madrid de los Austrias. Aquí recibí la invitación para participar en el cincuenta aniversario del Programa de Graduados Latinoamericanos (PGLA). 

Solo me separaban de Pamplona trescientos kilómetros y, durante el viaje, recordé uno de nuestros últimos encuentros, el que se celebró en octubre de 2017 en el campus de Guadalajara de la Universidad Panamericana. Como anfitrión, formé parte del comité organizador junto con Georgina Walther. Apenas hacía un mes que varios terremotos habían sacudido el país y nos sentimos muy arropados por nuestros colegas. Ahora, cinco años y una pandemia después, nos hemos reunido de nuevo para recordar una de las experiencias más inolvidables de nuestras vidas. 

Fue en 1978 cuando don Francisco Gómez Antón me entrevistó como aspirante a la séptima edición del PGLA. El programa había surgido en 1972 gracias al impulso generoso del episcopado alemán a través de la Fundación Aktion Adveniat. 

                                                                              Continuará… 

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