Juan González Tizón
Revista Nuestro Tiempo
La Universidad de Navarra sorprendió el 6 de abril a más de setecientas personas con un espectáculo insólito: La zarzuela de los paraguas. La representación estuvo inspirada en la obra de Chueca y Valverde, y subió al escenario del Museo del campus. Participaron más de ciento cuarenta alumnos entre actores, músicos, cantantes y
diseñadores.
En el telón hay un paraguas plasmado. Se aprecian las partículas de polvo que recorren el haz del proyector. Las iniciales z y p franquean esta silueta con una tipografía afilada. Casi parecen estar cosidas a la propia tela.
Suena una música in crescendo y algunos espectadores se inclinan hacia delante en sus asientos, curiosos. Pero el telón sigue quieto, dejando que la melodía haga lo suyo. A los cinco minutos por fin se abre y un presentador da comienzo al acto.
La promoción del evento contó con la ayuda del Museo Universidad de Navarra y la Asociación Gayarre Amigos de la Ópera.
Los aplausos del público se prolongan hasta que la orquesta deja de tocar y por las escaleras del palco bajan dos actores caracterizados de jornaleros avisando de unas sorprendentes inundaciones en Pamplona. La función es La zarzuela de los paraguas, un espectáculo que se gestó durante todo el curso en el programa artístico de la Universidad de Navarra, Campus Creativo.
Se trata de una adaptación de la obra de Federico Chueca y Joaquín Valverde, compositores del siglo XIX. La representación se estructura como un ensayo de teatro. Es una zarzuela original creada a partir de fragmentos de otras, como Un año pasado por agua (1888), La Gran Vía (1886) o Agua, azucarillos y aguardiente (1897).
Liuba Cid, doctora en Artes y Humanidades, miembro de la Academia de Artes Escénicas de España y directora de teatro en la Universidad, ha sido la directora escénica y dramaturga de la obra. Lleva desde enero, junto con Borja Quintas, director de la orquesta y coordinador musical, trabajando en este proyecto.
Además, la promoción del evento contó con la ayuda del Museo Universidad de Navarra y la Asociación Gayarre Amigos de la Ópera, que actuaron como pilares clave en el proceso.
A lo largo de la función, las partes extraídas de la obra de Chueca (canciones, por lo general) se intercalan con numerosas irrupciones de un director y su equipo técnico, desesperados por poner orden. Es metateatro, una obra dentro de otra en la que los actores desarrollan distintos papeles a la vez.
Los personajes intentan representar un contexto: año 1888, grandes inundaciones, crisis, quejas sociales, problemas políticos… Todo este caos se convierte en armonía en manos de 140 alumnos de la Universidad.
Cuando suenan las primeras notas, un hombre mayor busca desorientado algún palco especial para la orquesta o altavoces en las paredes. Su acompañante le agarra el brazo y le señala la zona baja del escenario.
Entre susurros le explica la presencia del foso, abierto por primera vez desde 2014, un hito en la historia del Museo. Hizo falta mover una plancha de madera y hierro de casi veinte metros para liberar el espacio donde tocarían los setenta músicos.
Continuará…