Dr. Jorge Antonio Ortega G.
Luego de doscientos días, la devastación y empoderamiento de la muerte, el teatro de guerra se mantiene estancado, en operaciones de recuperación de puntos críticos y estratégicos entre las fuerzas en oposición; el conflicto se mantiene y no debería escalar más.
Aún hay riesgos que de un momento a otro pueden desencadenar consecuencias irreversibles e inimaginables para las naciones en el conflicto armado y para toda la humanidad.
Uno de ellos es la planta nuclear Zaporizhzhia, que está en poder de los rusos y que puede ser utilizada como un arma de destrucción masiva que afectaría un amplio sector de Europa y de Asia.
Es impensable la magnitud del desastre, pero una simple equivocación en el manejo de la central nuclear (la más grande de Europa) podría hacerla colapsar. Además, a que se encuentra en el centro de los combates diarios entre ucranianos y rusos, un proyectil mal orientado podría liberar una fuerza nuclear increíble con repercusiones peores que la catástrofe de Chernóbil el 26 de abril de 1986.
Las suposiciones no cuajan en esta situación tan peligrosa; los combates en principio por su cercanía a las instalaciones nucleares han provocado la desconexión temporal de la planta debido a los daños sufridos, lo cual aumentan los temores de una fuga radiactiva o una fusión de uno de los reactores. Si lo anterior fuera poco, las autoridades ya están repartiendo pastillas de yodo, que ayudarían contra la radiación a las poblaciones periféricas.
La Organización de Naciones Unidas a través del Organismo Internacional de Energía Atómica OIEA está realizando la inspección hasta hoy, determinando los mecanismos para evitar una calamidad nuclear y unirse a los horrores de la guerra. Mientras las tensiones aumentan y se expanden a otras latitudes entre otras naciones motivadas por la incertidumbre de la guerra entre Ucrania y Rusia. La actividad económica en el mundo está entrando a una etapa crítica que podría desembocar en una gran depresión, una hiperinflación y un desabastecimiento del mercado mundial.
El colapso está en el horizonte, pero pareciera que los líderes mundiales ven hacia otro lado y se niegan a la búsqueda de soluciones que permitan restablecer la paz, la concordia y la prosperidad mundial.
Las sanciones impuestas a Moscú han generado que su líder agilice mercados de sus recursos de exportación hacia Medio Oriente, África y América Latina, mientras interrumpe el suministro de gas, petróleo y carbón hacia Occidente, consciente de la problemática que desata para los europeos a las puertas del invierno.
Las restricciones hacia Rusia se endurecen y se multiplican por parte de Estados Unidos y Occidente, lo que provoca el estancamiento de las operaciones a gran escala por parte de las fuerzas beligerantes y sobre todo cualquier intento de negociaciones de paz; de hecho, está peligrando el último acuerdo para liberar las puertos ucranianos para la exportación de harina y cereales, el cual se logró gracias a la intervención de la Organización de Naciones Unidas y patrocinadas por Turquía, y evita de esta forma el inicio de una hambruna mundial.
Nuestra capacidad de destrucción es indiscutible, pero en igual forma existen variantes y alternativas para controlar ese gen primitivo que nos empuja a exterminarnos.
Es un momento adecuado para activarlos y no permitir que se expanda la necedad de continuar confrontados. Los esfuerzos han sido aislados y sin logros significativos para hacer un alto al fuego. Cada día que pasa hay menos reportes de la guerra como si nos estuviéramos acostumbrando a vivir con ella, como lo hacemos con otras penalidades del diario vivir. No debemos cerrar los ojos o ver para otro lado mientras se sigan cometiendo atrocidades en el campo de batalla, en una guerra estancada.
