Dr. Jorge Antonio Ortega G.
[email protected]
Luego de seis meses de confrontación militar y en medio de la devastación que genera, surgen entre los escombros los diarios de dos jóvenes soldados, uno moscovita y el otro ucraniano, en un mismo escenario, con diferentes misiones, sentimientos y circunstancias.
El soldado ruso Pavel Filatyev, del 56 Regimiento de Asalto aéreo de la Guardia con sede en Crimea, describe las paupérrimas condiciones logísticas para la supervivencia de las tropas, armas individuales oxidadas, poca munición y limitaciones increíbles de comunicación, sin planificación preparatoria y operativa en el territorio invadido.
Herido en un ojo luego de un mes de combates, escribe en su diario: “Puede que no cambie nada, pero no participaré de esta locura”; además, no estaba nada claro qué estaba pasando. Pasado el mediodía del 24 de febrero, estábamos atascados en un enorme campo, donde vimos pasar cientos de tanques con la bardera rusa y de sus unidades. Me puse nervioso, estábamos proporcionando un blanco de oportunidad para el enemigo.
El comandante trató de animar a todos. Vamos adelante, dejando atrás el equipo atascado, dijo, y ¡todos deben estar listos para la batalla! Lo dijo con fingido coraje, pero vi en sus ojos que él también estaba asustado.
Estaba bastante oscuro y nos ordenaron quedarnos en esa posición hasta el amanecer; fue una noche terrible, en la que pasamos tirados sobre cajas de minas, abrazados a nuestros rifles. Al día siguiente, recogí cadáveres de la carretera, uno tenía los sesos volados en la acera.
Comíamos de todo como salvajes, lo que encontrábamos en los edificios y casas vacías, no había raciones. A mediados de abril, debido a los bombardeos, fui herido y estuve cinco días esperando evacuación. Tenia la posibilidad de perder un ojo. Sobreviví a diferencia de muchos otros. ¡Ya no puedo ver todo esto pasar y permanecer en silencio!
El soldado Ucraniano Vladyslav Jaivoronok formó parte de la resistencia en la acería de Azovstal hasta que un misil antitanque lo alcanzó y lo dejó al borde de la muerte. Luego fue capturado como prisionero de guerra y lo separaron de su unidad y lo dejaron con otros heridos en el hospital de Donetsk.
Chorreaba como carne podrida; tras ser herido, hasta el quinto día me proporcionaron antibióticos.
Vladyslav relata el infierno en Mariupol debido a la ofensiva sobre sus posiciones, la amputación de una pierna y sus semanas de cautiverio. “Cada vez era peor, cada vez más duro. Aguantamos la defensa tanto como pudimos”, asegura AFP el soldado del regimiento de Azov que participó en la batalla de la acería de Azovstal, símbolo de la tenaz resistencia ucraniana a la invasión rusa.
Afirma en su diario que, pese al rápido deterior de la situación, los soldados mantenían la moral alta “Los últimos días, preveía una especie de batalla final. La esperábamos estábamos preparados” El 15 de mayo un misil antitanque lo alcanzó. Fue transportado a un búnker médico y allí en una precaria mesa de operaciones, estuvo al borde de la muerte. Al día siguiente, le tuvieron que amputar la pierna. También tenía una herida en el ojo derecho.
Debido a sus heridas, no siguió el mismo destino de los soldados supervivientes que fueron enviados a la cárcel de Olenivka, donde decenas de prisioneros fallecieron por una explosión. “Los cuidados médicos en el nivel más bajo. Chorreaba como carne podrida; tras ser herido, hasta el quinto día me proporcionaron antibióticos. Recibía comida justa para que el corazón no se detuviera”. Luego de seis semanas de cautiverio, nos canjearon.
El Wladimir Putin firmó el jueves pasado un decreto para reclutar 137 mil nuevos soldados; el ejército superará los 2 millones con esta medida que refleja la necesidad de remplazar las bajas producidas por la Guerra.