Joseluís González
Profesor y escritor @dosvecescuento
Tiene que escribir bien claro y encima con gracia para que se le lea sin disgusto. Con el ímpetu, aunque parezca medido de las palabras apasionadas, pero razonando sus juicios y su valoración. El reseñista, como se ve, no lo tiene del todo fácil.
Con ventaja para comentar libros partía el escritor Juan Manuel de Prada (1970) cuando el director de la revista religiosa Magnificat, Pablo Cervera, lo convenció por fin para colaborar en sus páginas mensuales. El narrador y articulista accedía a desentrañar obras de toda latitud, clásicos y desconocidos, que él eligiera y que a su juicio pudieran “alimentar la fe” y el espíritu de quien leyera.
No por los procedimientos, perdónenme, píos o proverbialmente parroquiales que la gente entiende por catequesis sino por su sentido más etimológico: el griego bizantino κατήχησι [katechesis] expresaba que algo resuena de arriba abajo, por completo, dentro. Sesenta comentarios reunidos en un volumen titulado Una biblioteca en el oasis. Merece la pena. Todos esos libros hablan de Dios.
A Steiner lo acribillaron por escribir sobre los titanes de la novela rusa sin hablar una palabra de ruso.
Los más interesantes “muestran las consecuencias del mal en la naturaleza humana” y “el valor vertiginoso de la Redención” y se apoyan en “la alegría de contar” y “la sustancia misma de la vida”.
Como era de esperar, salen obras de Chesterton, de quien De Prada da una visión completa y poco común, y de C. S. Lewis, pero también La leyenda del santo bebedor del judío Joseph Roth, cumbres de Léon Bloy, Robert Hugh Benson, el argentino Leonardo Castellani y la narrativa del leonés Enrique Álvarez y del francés Fabrice Hadjadj.
A Steiner lo acribillaron por escribir sobre los titanes de la novela rusa sin hablar una palabra de ruso.
Steiner sabía seis idiomas. Además de comprender el lenguaje universal del género humano.
Como De Prada.