Eduardo Castillo
Revista Nuestro Tiempo
En la desgraciada invasión rusa a Ucrania, la suspensión de los derechos de exclusiva de las compañías de los denominados países hostiles se ha incorporado por primera vez (que sepamos) dentro de las sanciones económicas impuestas por las
naciones enfrentadas.
Mediante decreto, el Gobierno de Vladímir Putin aprobó en mayo que cualquier persona o empresa que cuente con el visto bueno del Kremlin pueda explotar una patente registrada en una región hostil, sin la obligación de pagar indemnización alguna en el caso de que el titular de la patente reclame en los juzgados. Barra libre para infringir cualquier patente.
Barra libre para infringir cualquier patente.
A través de un decreto posterior, el Gobierno ruso blanqueó, asimismo, las llamadas importaciones paralelas, que suponen la introducción en su mercado, sin el consentimiento de la otra parte, de productos puestos a la venta por el titular de la marca en otro mercado diferente.
Con esta medida se trataba de evitar el embargo de exportación a Rusia de artículos amparados por determinadas marcas, sobre todo en el sector del lujo. Cuando la mayoría de las firmas extranjeras del sector textil dejaron de operar en Rusia, el gobierno de Putin parece que pasó a considerar los bolsos como bienes de primera
necesidad.
Los derechos de propiedad industrial e intelectual no constituyen, desde luego, la solución a los conflictos de orden mundial. El patrimonio intangible de nuestras empresas debería contribuir al progreso de la sociedad y al bienestar de sus individuos. Que no sean ni un arma ni un objetivo a derribar.