António Guterres
Secretario General de las Naciones Unidas
A Nerón se le acusó de dedicarse a tocar la lira mientras Roma se quemaba. Hoy en día, algunos líderes muestran actitudes aún peores: se dedican, literalmente, a avivar las llamas. A medida que los efectos de la invasión rusa a Ucrania se van propagando por todo el mundo, la respuesta de algunos países a la creciente crisis energética ha consistido en apostar más fuerte por los combustibles fósiles e invertir miles de millones de dólares más en el carbón, el petróleo y el gas, que son los causantes del agravamiento de la emergencia climática.
Mientras tanto, todos los indicadores climáticos siguen batiendo récords y nos vaticinan un futuro de feroces tormentas, inundaciones, sequías, incendios y temperaturas insoportables en amplias regiones del planeta. Nuestro mundo se dirige al caos climático.
Las iniciativas para financiar nuevas infraestructuras de exploración y producción de combustibles fósiles son quiméricas. Los combustibles fósiles no son la solución, ni lo serán jamás. El deterioro que provocamos en el planeta y en nuestras sociedades es tangible. Lo vemos todos los días en las noticias, y nadie es inmune.
Necesitamos una revolución de energía renovable.
Los combustibles fósiles son la causa de la crisis climática. La energía renovable es la respuesta: limitar las alteraciones del clima e impulsar la seguridad energética. Si hubiéramos invertido antes, y en grandes cantidades, en energías renovables, no nos encontraríamos ahora, una vez más, a merced de la inestabilidad de los mercados de combustibles fósiles.
Las energías renovables son el plan de paz del siglo XXI. Pero la batalla por una transición energética rápida y justa no se libra en igualdad de condiciones.
Los inversores siguen apoyando los combustibles fósiles, y los Gobiernos siguen repartiendo miles de millones en subsidios al carbón, el petróleo y el gas, a razón de unos 11 millones de dólares por minuto.
Cuando se da prioridad a un alivio a corto plazo frente al bienestar a largo plazo, se habla de adicción. Seguimos siendo adictos a los combustibles fósiles. Por el bien de la salud de nuestras sociedades y del planeta, tenemos que dejarlos, y dejarlos ya.
Solo hay un camino cierto para lograr la seguridad energética, estabilizar los precios de la electricidad, alcanzar la prosperidad y conseguir que el planeta sea habitable: abandonar los combustibles fósiles contaminantes y acelerar la transición energética basada en las energías renovables.
Con ese fin, he pedido a los Gobiernos del G20 que desmantelen las infraestructuras de carbón y que las eliminen por completo, en 2030 en los países de la OCDE y en 2040 en todos los demás. He urgido a los agentes financieros a que abandonen la financiación de los combustibles fósiles e inviertan en energías renovables. Y he propuesto un plan de cinco puntos para impulsar las energías renovables en todo el mundo.
En primer lugar, debemos convertir la tecnología de las energías renovables en un bien público mundial, lo que incluye la eliminación de las barreras a la transferencia de tecnología que impone la propiedad intelectual. En segundo lugar, debemos mejorar el acceso mundial a las cadenas de suministro de componentes y materias primas para la tecnología de las energías renovables.
En 2020, se instalaron en el mundo 5 gigavatios de almacenamiento en baterías. Necesitamos 600 gigavatios de capacidad de almacenamiento para 2030. Es evidente que necesitamos una coalición mundial para conseguirlo. Los cuellos de botella en el transporte y las limitaciones en la cadena de suministro, así como el aumento de los costos del litio y otros metales para las baterías, dificultan la expansión de esas tecnologías y materiales cuando más falta nos hacen.
Continuará…