Dr. Jorge Antonio Ortega G.
Las tropas ucranianas siguen resistiendo los ataques rusos a pesar de lo que se especulaba con respecto a sus capacidades y las fuerzas contrarias que son totalmente desproporcionales, pero el estado de ánimo y la motivación de la libertad permiten esa fuerza moral para soportar la incertidumbre de la guerra. Las operaciones militares ofensivas y defensivas se mantienen en los diferentes frentes del teatro de la guerra; en algunos sectores, favorables a los ucranianos y en otras a los contrarios. Por lo que se aprecia hasta el momento, será el común denominador del futuro mediato de este conflicto que está afectando a todo el mundo en una u otra forma. Lo que sí era previsible era el traslado a otros escenarios en las manifestaciones del poder de los contendientes desde la óptica de Occidente y los Estados Unidos como respuesta a las amenazas; ejemplo de ello vemos en el alza del costo de vida derivado de las restricciones y bloqueos económicos, así como financieros hacia la Federación Rusa. Paralelo a este efecto se visualiza el desabastecimiento que luego provocará una hambruna sin precedentes por el colapso del sistema abastecimiento global. En lo político se observa un agrupamiento de fuerzas en oposición al enfrentamiento, la coalición de nuevas posturas y formas de solucionar las controversias actuales entre los oponentes. En lo militar se está en una situación particular de apoyo sostenido hacia Ucrania y en la práctica vemos un pulso armamentista en las fuerzas de aire, mar y tierra. El uso de tecnología de última generación y la reafirmación del arte de la guerra en sus normativas y doctrina básica. Lo preocupante en sí, y que afecta directamente a la región centroamericana, es el traslado del escenario a la plataforma continental, los elementos militares a nuestras costas, desde el momento en que Nicaragua a través de su Asamblea Nacional (Legislativo) autorizó el ingreso de tropas rusas a su territorio con armamento, aeronaves y embarcaciones navales tanto en el océano Atlántico como en el Pacífico, con una permanencia de seis meses en supuestos ejercicios militares de ayuda humanitaria como consecuencia de los desastres naturales y otros, como una medida de trasladar experiencias entre los ejércitos ruso y nicaragüense y trasladarlos a los delitos de mar. Estados Unidos, de inmediato aseguró en una posición cercana a dichas maniobras y trasladando un contingente militar en la República de Costa Rica, con la respectiva autorización del poder Legislativo de dicho país. Este movimiento geopolítico tiene una envergadura de consecuencias inusitadas para los centroamericanos; el primero de ellos y de mayor realce es el desbalance de fuerzas militares que va a provocar la presencia rusa y norteamericana en el istmo de Centroamérica, que hasta el momento se encontraba en relativa paz y cumpliendo lo consensuado en el Tratado Marco de Seguridad Democrática en Centroamérica (TMSDC) (1995), en el cual es ignorado el compromiso de abstenerse de adquirir, mantener o permitir el estacionamiento o tránsito en sus territorios de armas de destrucción masiva e indiscriminada…
Cuando circuló la noticia desde Moscú, en la cual se aseguraba que “si sistema de misiles americanos pueden estar cerca de Moscú, desde territorio de Ucrania, es hora de que Rusia despliegue algo poderoso más cerca de una ciudad estadounidense”. Las autoridades norteamericanas reaccionaron de inmediato al asegurar que es una provocación por parte del Gobierno de Nicaragua y pone en riesgo la estabilidad en el continente americano; de hecho, podría estar abriendo las puertas a una Tercera Guerra Mundial de consecuencias devastadoras para la humanidad, como lo afirmó el presidente estadounidense, Joseph Biden, en sus declaraciones en la IX Cumbre de las Américas celebrada en los Ángeles, California, del 6 al 10 de junio del año en curso. Un futuro incierto se aproxima a nuestras
tierras centroamericanas.
