Sebastián Toledo
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La condición de madre es un privilegio que Dios otorgó a la mujer que, además de darnos la vida, generalmente asume la responsabilidad de velar por la educación, el cuidado y la protección de los hijos. Con su dedicación, sabiduría y paciencia nos enseña a enfrentar y discriminar lo bueno de lo malo, lo que nos ha de ser útil o de provecho a lo largo de nuestra existencia, a practicar el bien y servir a la comunidad.
Por lo que toda madre merece las más grandes consideraciones durante el tiempo que Dios nos permita tenerla a nuestro lado, porque desde el momento mismo en que somos concebidos empiezan sus ilusiones, retos y hasta sacrificios.
Las madres representan la integración de la familia, por lo que es justo dedicarles un momento cada día, pero en un día oficial como el 10 de mayo, es oportuno reflexionar sobre sus aportes, enseñanzas y su lucha por la vida.
Se puede citar a las madres que cumplen con la misión de sacar adelante a un hijo con discapacidad.
Es conveniente resaltar el valor de muchas mujeres, que adicional a los desafíos propios de toda madre, toman la decisión de procrear y luchar por sus hijos, en medio de desventajas, lo que hace aún más grandes sus desafíos. Entre ellas se puede citar a las madres que cumplen con la misión de sacar adelante a un hijo con discapacidad, la que muchas veces tiene que dejar de trabajar para dedicarse a él y procurar su inclusión social.
Asimismo, en los distintos grupos sociales hay mujeres con discapacidad que adoptan la decisión de ser madres, que su condición de vida les demanda mayores esfuerzos para cumplir a cabalidad con el cuidado de los hijos.
Una labor que les hace ver como madres ejemplares, porque superan con creces todas las barreras que esta noble tarea conlleva y hacen de ellos hombres y mujeres de bien.
Por ejemplo, la mujer ciega se las arregla para apoyar a sus hijos en las tareas de la escuela, muchas de las cuales requieren de la vista; la que presenta una discapacidad física, debe superar obstáculos arquitectónicos para jugar con los niños; la madre sorda, con las limitaciones de comunicación con su entorno.
Por supuesto que no se pretende formar de ellas una figura de heroínas, pero es justo reconocer su valentía para superar todas las dificultades que implica su condición de discapacidad y luchar como todas las madres por el bienestar de sus hijos.