Diana Herrera
En Latinoamérica surge un fenómeno de fragmentación de los espacios nacionales, pero en otros lados se producen fenómenos de integración. Un sinnúmero de organizaciones se va creando desde los ochenta hasta la actualidad, y esto fue gracias a la integración regional.
En una época en donde los Estados eran proclives a la fragmentación, al menos en Centroamérica el integracionismo, fue una solución al problema del despegue económico de la región. A medida en que se avanza en la expansión del institucionalismo liberal, los Estados se volvieron más democráticos logrando constituciones de avanzada en derechos humanos, en aquella época del auge de la integración.
Luego, a partir de los años noventa, desde la caída del muro de Berlín, la fuerza imparable de la globalización que vino a potencializarse más en nuestras regiones, hasta nuestros días.
A medida que los Estados se debilitan, la conflictividad aumenta en diversos puntos estratégicos.
En la actualidad, la discusión gira entorno a que estamos siendo testigos de las consecuencias de vivir en un mundo hiperconectado, la rápidez en el desarrollo de pandemias, la alerta próximanente sobre el “cisne verde”, haciendo referencia a los cambios que habrá en el sistema financiero internacional sobre el cambio climático, la crisis de alimentos producto de la falta de técnicas en agricultura de precisión, la crisis de los contenedores, la invasión a Ucrania, entre otros aspectos del acontecer mundial. Sin embargo, derivado de las acciones para contrarrestar el Covid-19 del mundo, así como las amenazas a países independientes y democráticos, la economía global se está desplanzado gradualmente en la dirección del capitalismo estratégico. Las respuestas que se han tenido derivadas de la invasión a Ucrania por una potencial mundial, Rusia, ha marcado ahora una nueva reconfiguración del orden mundial.
En contraste con el capitalismo de libre mercado que prevaleció en las últimas décadas, somos nuevamente testigos de que ahora se recurre a medidas geopolíticas y económicas ante la inacción de la institucionalidad del sistema internacional.
Ahora, también los protagonistas en el plano internacional son los gobiernos, quienes están imponiendo condiciones sobre las cuales se pueden realizar transacciones de bienes, servicios y tecnologías y qué socios económicos extranjeros se consideran dignos de confianza. Las empresas tratan de preservar sus negocios en la medida de lo posible y al mismo tiempo, reconocen que tienen un control limitado sobre los cambios geopolíticos que se están desarrollando.
El comportamiento del mercado resulta de una actitud matizada que podría llamarse arte de gobernar corporativo, o como bien lo conocemos, “gobernanza corporativa”, en donde las empresas están restringiendo y estimulando las medidas geopolíticas y económicas estatales.
Describir esta dinámica es la tarea en la cual muchos analistas estamos en la actualidad, el auge de China juega un papel central, y se argumenta que esta dinámica entre las medidas estratégicas en materia política y económica estatales, junto con el arte de la gobernanza corporativa, definirá hasta qué punto la economía global se apartará de la actual orientación de mercado y cuánto estarán sujetas las opciones estratégicas nacionales.