Dr. Jorge Antonio Ortega G.
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Las tensiones entre Rusia y Ucrania están en un momento clave para hacer un alto al fuego por asuntos humanitarios, desgaste de las tropas, destrucción de ciudades e infraestructura.
Los ataques a pesar de su potencia no son suficientes para doblegar a los ucranianos, los cuales desmoronaron los planes del Kremlin y hoy, contabilizamos más de sesenta días de combates sin resultados definitivos.
Las consecuencias de esta confrontación son múltiples y cada día van en aumento las amenazas de Putin de extender la guerra a otras naciones, principalmente a las que están contribuyendo con armamento, tecnología, logística y sanciones económicas para aislar a la Federación Rusa del concierto de naciones.
La incertidumbre se adueñará de nuestro destino.
Los reproches y las acusaciones más la desinformación de los reportes de los diferentes frentes de batalla, dificultan visualizar los avances de los oponentes.
Las operaciones en algunos casos son contradictorias al igual que el resultado de los combates. Lo que sí está claro es la destrucción indiscriminada y la muerte innecesaria de seres humanos, soldados y civiles de todas las condiciones en defensa de su patria y hacer prevalecer su libertad como la integridad de su territorio.
Las negociaciones que está patrocinando el Gobierno de Turquía para evitar que la incertidumbre de la guerra y el reinado de la muerte deambule en otras regiones del mundo se ven estancadas por las condiciones de Moscú y la posición de Ucrania por lograr la paz, teniendo la seguridad de ingresar en la Unión Europea, hacen que no se consoliden los puntos de entendimiento.
Parece una maniobra para ganar tiempo y lograr una victoria operativa por parte de las tropas rusas, que hasta estos días no se visualiza.
La ayuda militar está llegando para consolidar la potencia de fuego de los ucranianos y fortalecer sus defensas, lo cual les permite resistir a los masivos bombardeos aéreos, artillería y misiles, así como a las penetraciones de las tropas rusas.
Pero, las condiciones para los civiles y heridos cada día son más complejas, sin medicina, hacinados en subterráneos, sin alimentos ni agua.
Las comunicaciones terrestres están severamente dañadas, a pesar de los esfuerzos para recuperarlas en el menor tiempo posible, una misión titánica en las condiciones y limitaciones que viven los ucranianos que ven en el desplazamiento y asilo la seguridad de sus familias y su propia supervivencia.
La diferencia en cantidad de tropas es de diez a uno, pero con los resultados actuales es claro que la motivación de defensa es superior al de los atacantes. ¿Cuánto pueden resistir? Es la incógnita por resolver por occidente ¿Cuánto más hay que presionar al Gobierno ruso? ¿Cuál podría ser una salida honrosa para el Kremlin? En fin, son variadas y múltiples los cuestionamientos para enfrentar los desafíos de la paz.
Reitero, que las pérdidas son enormes e innecesarias. Hemos retrocedido en los procesos de convivencia, donde la democracia parece ser la mejor opción para lograr el buen vivir, en paz y con las ventajas del porvenir para la realización de las nuevas generaciones.
Es increíble que en este tercer milenio estemos a un paso de volver a enfrentarnos y enfrascarnos en una conflagración mundial. No tiene razón de ser el futuro nos demanda hacer nuestro mejor esfuerzo por una vida digna y con oportunidades para todos.
La globalización en términos generales generó la expectativa de una civilización interconectada en todos los ámbitos del quehacer del ser humano, pero lo que está pululando son los nacionalismos exacerbados y todas sus combinaciones.
Nuestra interdependencia ahora es una forma siniestra en las negociaciones como lo es el corte de abastecimiento de combustibles a los países que no están en concordancia con los objetivos estratégicos de Moscú. La incertidumbre se adueñará de nuestro destino.
