sábado , 23 noviembre 2024
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El Imperio de la mente

Frank Gálvez 

Locutor y Periodista

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En 1924, un grupo de jóvenes virtuosos franceses centrados en André Breton (y reciamente inspirados por el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud) examinó nuevas formas artísticas por medio de un movimiento al que llamaron Surrealismo. Este es definido en su manifiesto como “un automatismo psíquico puro, por el cual se intenta mostrar el funcionamiento real del pensamiento en ausencia de cualquier control ejercido por la razón, y al margen de cualquier preocupación estética o moral” mediante el cual los artistas plasmarían sus tendencias, utilizando las teorías exteriorizadas en Die Traumdeutung, de Freud, como estimulo. Para el neurólogo austriaco, los sueños representaban la expresión directa del inconsciente, mostrando nuestros verdaderos miedos, deseos y sentimientos. 

Pero existe una marcada brecha entre Freud y los surrealistas: las teorías de Freud estaban destinadas principalmente a ayudar a las personas a conseguir sanidad mental, y a los surrealistas no les interesaba demasiado el lado terapéutico del psicoanálisis, ya que solo apetecían estudiar su potencial creativo. Al ejercer el dibujo y la escritura automática, anhelaban llegar al inconsciente de la mente y descubrir lo oculto de la psique humana.

El arte evoca un misterio sin el cual el mundo no existiría (Rene Magritte).

A la sazón, cuando Breton invitó a Freud a escribir una introducción para una antología onírica que con mucho ahínco había preparado, el famoso psicoanalista se negó rotundamente, por lo que Breton describió acerbamente a Freud como “un anciano sin elegancia”; la opinión del doctor sobre esta corriente artística quedó posteriormente plasmada en una carta datada en 1932, donde escribió: “No soy capaz de aclarar por mí mismo qué es el surrealismo y lo que quiere. Quizás no estoy destinado a entenderlo, yo que soy tan distante del arte”.

No obstante, los surrealistas todavía querían explorar la psique humana y pensaban en el surrealismo como una filosofía de la mente, aunque Freud fuera un escéptico de su aplicación.

Pretendían dar a las teorías psicoanalíticas una expresión poética a través de su plectro. Tal vez a los surrealistas no les atañían los beneficios para la salud mental en las ideas de Freud, pero aun así muchas obras de arte fascinantes que admiramos en la actualidad (de la mano de maestros como Dalí o Magritte, por ejemplo) causan una satisfacción endógena, pues no hay que olvidar que disfrutar del arte es también un beneficio para la mente, y un legado de la imaginación donde al final la ciencia y el arte se unieron favorablemente.

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