Dr. Jorge Antonio Ortega G.
Van más de dos semanas de incertidumbre a escala mundial, por las consecuencias del conflicto entre Ucrania y Rusia. Es bien claro cómo se inician las guerras, pero nunca se sabe cómo van a terminar. Las variantes y alternativas son tan variadas que es complicado un análisis prospectivo que nos libere de la ansiedad de sus consecuencias.
¿Cuánto va a tardar? ¿Cuál será su costo en vidas humanas y económicas? Es impredecible, aún no se puede cuantificar, a pesar de que todos deseamos que se termine de inmediato, lo cual es imposible, debido a la complejidad del rompecabezas que representa el mundo ruso con su Federación.
El conflicto va fortaleciendo su escalada en función de tres vectores ligados íntimamente: el geográfico, el religioso y político y no solo de la necedad de Vladimir Putin, parapetado en la excusa de la seguridad nacional.
En la guerra, todos perdemos, y sus cicatrices nos recuerdan día a día el costo de la paz.
Cuando se plantea la necesidad de proteger el territorio de la influencia de la OTAN y la posibilidad de la proximidad de los misiles que podrían amenazar a Moscú, se les olvida que, debido a la venta de Alaska a los norteamericanos, en 1867, los límites entre las dos potencias se acortaron, que la posición geográfica de Crimea es geopolíticamente estratégica y que en 1954 fue cedida a Ucrania por decreto de Nikita Khrushchev.
Situación que cambió radicalmente en 2014, cuando la administración de Putin anexó Crimea y Sebastopol, posición altamente estratégica para su salida al mar Mediterráneo. Es necesario traer a la mesa como un indicador histórico que la capital de Ucrania, Kiev, es considerada la capital espiritual de Rusia, también fundadora de la Unión Soviética, y si seguimos escarbando en el pasado, llegamos a la complejidad de sus orígenes, como núcleo generador de Rusia.
En el factor político, Ucrania se decanta, debido a sus últimos presidentes, que van desde su simpatía con Norteamérica, el pro ruso, el que le apostó a Europa y el actual que se inclina por lo occidental.
Una política nacional que de un extremo a otro produce inestabilidad en el estamento político y social, que trae serias consecuencias a mediano y largo plazo en la construcción de un proyecto de nación.
En lo religioso, la complejidad es mayor para los ucranianos, que en su mayoría son católicos ortodoxos. Dicha Iglesia cuenta con autonomía del patriarcado de Moscú, desde 2019; lo anterior desembocó en una discordia profunda entre las iglesias, enconando el fervor religioso que se suma a todo lo anterior descrito.
La incertidumbre sembrada por la incursión de las tropas rusas lleva más de quince días, es devastador el escenario en el teatro de guerra, la muerte deambula sin control por las ciudades y lo que se considera una amenaza es la utilización de armas nucleares, que nos regresa a los momentos de mayor tensión de la Guerra Fría, cuando la Unión Soviética se vio obligada a desmantelar las plataformas de los misiles instalados en Cuba, a más o menos 300 kilómetros de la plataforma continental, amenazando objetivos estratégicos en el territorio de Norteamérica.
Hoy no hay dudas de los motivos, causas y circunstancias que iniciaron la escalada del conflicto, hasta llegar al uso de la fuerza a través del ejército ruso y la activación de la defensa de su territorio y su forma de vida por parte de los ucranianos unidos por el liderazgo de su presidente, Vladímir Zelenovsky, quien con su ejemplo motiva a sus ciudadanos a defender su patria.
“¡Ved lo que es la guerra!… Ved que no hay en ella armaduras lucientes, ni clarines sonoros, ni bellos gestos heroicos, ni nobles generosidades, ni estandartes vistosos, sino sangre, miseria, llamas, crimenes, sollozos…”. Enrique Gomez Carrillo. Nancy, marzo de 1915.