sábado , 23 noviembre 2024
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¿Soy un esnob o no? (I)

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Revista Nuestro Tiempo

@EGMaiquez

Conociéndome, temo que no les extrañará que, cuando me invitaron a una cena en la casa de playa de la marquesa de Tacochuelo (el título está cambiado para no interferir en la intimidad de los grandes de España), a la que asistía, además, un duque rimbombante, yo encontrase la ocasión sumamente atractiva. 

Y que no perdiese la ídem de dejarlo caer (dropping names) el resto del verano a diestro y siniestro; y todavía hoy, como se ve aquí mismo (quod erat demostrandum). Diría, sin embargo, que eso no es una prueba definitiva de mi esnobismo.

Empieza el curso y daré mis clases de Derecho del Trabajo a un buen puñado de muchachas y muchachos que estudian su formación profesional.

La prueba de fuego viene ahora, sin ir más lejos. Empieza el curso y daré mis clases de Derecho del Trabajo a un buen puñado de muchachas y muchachos que estudian su formación profesional. Ellos no saben que son la piedra de toque de mi esnobismo o no. ¿Seré capaz de ilusionarme por conocerlos y tratarlos tanto como al duque de Marras? Entonces no sería esnob, aunque sea por el método homeopático de un esnobismo universal. Que es el que me gusta. Cito mucho a Chesterton, en general; y, en particular, cuando dijo que el problema de la democracia es que se ha empeñado en que el duque de Norfolk sea como todo el mundo en vez de que todo el mundo sea como el duque de Norfolk. 

Por mí no va a quedar que la democracia se quede tan tranquilo con su problema intrínseco de concepción práctica de la dignidad de la persona humana. Además de dar mis clases con toda seriedad (aparente), y ajustándome (en la medida de mis posibilidades) a la programación oficial, yo entro en mis aulas como quien acude a una cena de gala o a una sesión de trabajo de la Diputación de la Grandeza. 

Esto es, sabiendo que los alumnos con los que voy a tratar son personalidades importantísimas. Como almas inmortales, merecen la más rococó de mis reverencias. La hago crípticamente cuando me agacho a recoger el borrador de la pizarra. El espléndido John Keats definió al poeta como aquel “hombre que, en presencia de otro,/ se sentirá su igual, sea este el rey/ o el más pobre de los mendigos”. 

                Continuará…

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