Dr. Jorge Antonio Ortega G.
Activar un replanteamiento de la visión regional, a la reorganización de las relaciones de poder, a una nueva interpretación de los fenómenos sociales y de los vectores externos que inciden directamente en las interacciones estatales, en examinar la efectividad de la homogeneidad de los procedimientos para detener y diluir esta amenaza, a una evaluación transversal de las agendas de Seguridad y Defensa desde la perspectiva regional; en fin, el protagonismo de esta amenaza es un asunto mayúsculo y de suma importancia.
La mayoría de las amenazas en Centroamérica radican en sus características, que permiten el enraizamiento y la complicidad de los factores antagónicos que se vinculan con una velocidad y facilidad impresionante, que van de las coyunturas naturales a los intereses extrarregionales que deforman el escenario doméstico.
El combate al terrorismo y al narcotráfico en un solo esfuerzo es sumamente complicado, pero no imposible, requiere de decisiones atrevidas y uno de ellos es la voluntad política de terminar con ellos. De lo contrario, se mantiene en el ambiente y se distorsiona con análisis, propuestas, estudios, supuestos y otros, que no llegan a nada. La coyuntura de las amenazas, las fuerzas antagónicas y las presiones, marcan una dinámica única en el Tercer Milenio en donde la informática y los medios de comunicación masiva marcan las pautas de la percepción de la realidad.
De eso dependen la sensación de seguridad y defensa, de la percepción que se genera a través de los medios de comunicación y las acciones que se van concretando de las amenazas. Un análisis transversal: La región en estudio es un espacio de características estratégicas y geopolíticas únicas, por lo cual es fundamental el conocer sus límites y dinámicas que se generan en su interior y cómo estas afectan en el hemisferio occidental. Es sin duda alguna una zona de tránsito y, por lo tanto, los fenómenos descritos con anterioridad son de relevancia debido a que en su movimiento van consolidando diásporas sociales que integran y dan vida a nuevas amenazas y/o fuerzas antagónicas, las cuales pueden llegar a erosionar, a colapsar las estructuras de las instituciones estatales o desembocar en un Estado fallido.
Es sin duda alguna una zona de tránsito y, por lo tanto, los fenómenos descritos con anterioridad son de relevancia.
Las amenazas asimétricas que fueron presentadas tienen como común denominador su capacidad de alianza temporal y, en casos muy singulares, en el que van de la subordinación a la cooperación. Un caso específico que se puede mencionar es el de las pandillas juveniles o maras, que se articulan a lo largo y ancho del territorio septentrional y desarrollan actividades que suman y multiplican las acciones de otras amenazas, que en conjunto erosionan el quehacer de los Estados.
El accionar de estos grupos es complejo y se fundamenta en una política de terror y chantaje, su equipo y armamento es de lo más variado, cuentan con capacidad de organización, movilidad, comunicación y una jerga que les permite la codificación de sus mensajes. Lo anterior es necesario analizar desde dos ángulos distintos, como fuerzas antagónicas de los Estados. El primero de ellos se refiere a la estructura conformada y articulada con similares en otras latitudes sin mayor protocolo, situación que es engorrosa, burocrática y en algunos casos imposible entre las instituciones estatales, esto les da una ventaja primordial.
Luego de su acoplamiento intermaras, la característica que sobresale radica en su flexibilidad para apoyar y trabajar en el tráfico de indocumentados, protección de narcos, comercialización y transporte de drogas, así como el trasiego de armas, secuestros, extorsiones, prostitución infantil, trata de personas y lo más impactante de su accionar como sicarios de las fuerzas antagónicas. Lo anterior aumenta el índice de inseguridad que se pueda percibir en el diario vivir.